Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUR 881 trucción que han sufrido las heredades con la guerra, hacen muy difícil su restauración (8) . No lo seria, si hubiese brazos que substituir; pero yo no sé de donde puedan éstos sacarse . La América del Norte, el país repu– blicano por excelencia, y la cuna de la representación nacional, no obstante su calculable inmigración, mantiene todavía un millón de esclavos, a pesar de cuanto resísten esta triste condición del hom– bre la religión, la humanidad y la filosofía, arreglando la libertad de ellos a la necesidad de trabajar los campos y a los medios de reemplazarlos. Generalmente, los fundos del Perú están gravados con crecidas imposiciones, cuyos réditos, diezmos y contribuciones, (8) Veamos ahora lo que ha dicho en esta materia importante Mr. Canning en la sesión de la Cámara de Comunes el 17 de marzo de 1824. Este publicista, experimentado y sabio, cuyas opiniones merecen tanto res– peto, y en una nación poderosa en todos sentidos para cualquier empresa. El se expresa así: «La Cámara ha establecido el año pasado los principios, según los cuales desea que el Gobierno se dirija en esta materia difícil. Ella conviene en que Ja esclavitud es un mal horroroso; pero reconoce también que debemos tener consideración a los derechos de propiedd existentes y no sacrificarlos al ansia de obrar libremente, según una teoría o un principio. La Cámara no está dispuesta a conceder una emancipación repentina; ella prefie1·e esperar una extinción gradual de la esclavitud, como resultado de la perfección moral de los mismos esclavos, a proclamar de repente una libertad de que ellos no están todavía en estado de servirse con ventaja para sí mismos, y con seguridad para los otros. El fiel Ministro de las volun– tades del Parlamento no debe ocuparse exclusivamente de lo que es justo en teoría, sino sobre todo lo que es practicable en realidad y de los medios de obtener el mayor bien con el menor mal posible. Nosotros no hemos adoptado, dice Canning, el proyecto de declarar libres todos los nuevamente nacidos. Esta medida habría creado un celo mutuo entre los negros. Por otra parte, la libertad debe ser adquirida por el hombre como cualquiera otro, bien por una serie de esfuerzos bien diri– gidos. Haud facilem esse via111 voluit. Esta sentencia es el correctivo de toda ambición precipitada. La libertad adquirida por una industria paciente y por una perfección moral sucesiva, será, yo estoy cierto, un beneficio más real y más sólido que lo que sería una libertad repentinamente proclamada.» (Memoria al Congreso de Colombia por don Joaquín Mosquera, senador; impresa en Bogotá en el año de 1825). He opinado en esta parte, conforme a lo que dicta la total falta de bra– zos en nuestra agricultura: pero los sanos principios de la moral y la po– lítica exigen que, a la mayor brevedad, se reponga la esclavitud con brazos libres, o que ellos mismos mejoren su condición, obligándolos al trabajo por un estipendio moderado con que puedan subsistir y costearse los due– fios de los fundos; porque si se les dejara en libertad amplia, su tendencia general al ocio originaría muchos males a la República y a sí mismos.

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