Los ideólogos: Hipólito Unanue

894 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET el instante favorable y, armado de los recursos más activos, impe– dir sus progresos y evitar sus funestas consecuencias, quedan en– tonces como vencidas toda la energía y las riquezas del ingenio. A virtud más eminente, a conocimientos mayores es a quienes ciñe de laureles la vida triunfante de los asaltos de la muerte. La ins– trucción vasta y profunda, el discurso exacto, el juicio maduro y ya libre del yugo de la opinión, Ja observación consumada no sólo por la serie de los años, sino por la fuerza y constancia de la atención, Ja prudencia, Ja sagacidad, Ja elocuencia, las buenas costumbres; un espíritu y un corazón, en fin, en quienes la naturaleza y Ja doctri– na con el designio de formarlos para profesar la clínica se disputa– ron la preferencia, son los solos dignos de practicarla (1). Y como estas cualidades sublimes no pueden disfrutarse, sino juntando a una índole apta y feliz el nacer y educarse en el regazo del copioso número de disciplinas que deben precederla (2), deseaba el grande y experimentado maestro de ella (3) la abrazasen desde la niñez los que hubiesen de ocuparse en su ejercicio. Concebía que sólo de este modo podrían ir adquiriendo las luces y perfeccionando las disposiciones que requiere. Mas cuando destinados por la misma naturaleza, nutridos con Ja ciencia de la razón y de la moral y ague– rridos en los caminos del saber, podían franquearse por sí mismos la senda en cualquiera otra de las partes más elevadas de la sabi– duría, se ha juzgado que si aplicaban la mano a la grande obra de remediar las dolencias físicas del hombre, entonces era cuando ne– cesitaban aún de una luz más fuerte que los guiase y esclareciese. ¡Tan arduo y tan difícil es poseer la ciencia clínica con la digni– dad que corresponde a la más excelente y sublime de las ciencias naturales, bien que humillada hasta el extremo por la ignorancia de muchos de Jos que Ja ejercen y la estupidez del vulgo que los (1) Quapropter si11g11/a praedicra suscipere oportet, et sapientiam trans– ferre ad medicinam, et medici11a111 ad sapientia111. Medicus enim philosophus est Deo aeq11alis. Hipp.: De decenri ornet11, párrafo IV.) Hipócrates jamás ha hablado del verdadero médico, de quien él era el original, sino suponiéndolo favorecido por la naturaleza y perfeccionado por la ciencia y la virtud. Véanse los retratos admirables que hace de él, así en el libro citado como en el De medico. (2) Véase a Ludwig: Instit. Plrysiol., cap. IIT, IV. (3) Quisq11is enim 111edicinae scientiam sibi vere comparare volet, cum his ducibus vox sui compotem fieri oportet, natura, doctrina, 111orib11s gene– rosis, loco studiis apto institurione a puero, industria, et tempore, (Hipp.: Lex., párrafo II.)

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx