Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUE 895 fomenta y acredita (4)! De aquí la formación de esas varias aca– demias de Europa, para adiestrar en el conocimiento y recto uso de ellas a los que ya provectos en todas las facultades previas, abra– zan su práctica (5). De aquí la institución de las cátedras clínicas con el propio destino; establecimiento el más ventajoso que podía ha– berse meditado para formar profesores incomparables. Un sabio, lleno de experiencia y doctrina, conduce a Ja juventud al lecho mis– mo del enfermo, y la hace notar todos los síntomas que distinguen o acompañan a su accidente. Sucesivamente teje con la pompa de la erudición y la majestad del juicio la historia de él. Hace venir a su presencia lo pasado para declarar las causas, y adelanta la exis– tencia de los futuros para formar el presagio. Y bajo unos alcances que pueden llamarse divinos propone y arregla la curación. ¡Felices los que pueden consultar a los oráculos de la natw·aieza paciente en sus propios templos! Pero como ni lo difícil de la empresa, ni la falta de recursos nos libertan de las obligaciones del oficio, es preciso adoptemos los medios posibles para suplir la carencia de aquéllos. Ninguno, a la verdad, parecen más proporcionados que el establecimiento de es– tas conferencias clínicas, siempre que se arreglen a un plan exacto y se sostengan con tesón. Yo voy a proponeros el primero, esperan– do que su ejecución manifieste lo que se deba en él reformar o aña- (4) Medicina omni11111 artium praeclarissima est. ver11111 propter igno– rantiam corum qui eam exerce11t et ob vulgi ruditatem, quod tales pro medi– cis indica/, et liabet, jam ea res devenir, ut onmium artium longe vilissima censeatur. (Hipp.: Lex., párrafo l.) Aunque se hayan compuesto muchas in– vectivas contra los falsos médicos, ninguna iguala en propiedad, vehemencia y sal a la que trae Hipócratcs. Los compara a los farsantes que se presentan en el teatro haciendo el papel de emperadores y reyes, cuando en la realidad sólo son unos miserables truhanes. Y así como son muchos los monarcas de mojiganga y muy pocos los verdaderos, hay también -dice- muchos médi– cos en la representación y muy pocos en la realidad. Sic et m eclici fama qui– dem, et nomine mu/ti, re a11te111, et opere va!de pa11ci. (5) Es célebre, entre otros, el Instituto de la Universidad de Halle. Con· curren en el Anfiteatro todos los estudiantes de medicina, presididos de un facultativo consumado. Allí se ministran gratuitamente los medicamentos a todos los que concurren por ellos, con tal que lleven descripta Ja enferme– dad para cuya curación se solicitan. El médico, luego que la oye, manda a los estudiantes, uno por uno, caractericen la cníermedad y receten el remedio competente. Al que acierta, se le celebra con palmadas, y se reforma el dic– tamen del que yerra. Si los smtomas de la enfermedad parecen no estar bien notados, se deputan dos estudiantes para que vean al paciente y formen la relación de sus dolencias.

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