Los ideólogos: Hipólito Unanue

896 JORGE AR!AS·SCHREIBER PEZET dir. Nada me ocurre deciros sobre lo segundo. Hablo con vosotros, jóvenes, a quienes pertenece sostener el peso de estas actuaciones. Tenemos el honor singular de que el jefe ilustrado de nuestra fa– cultad se digne hoy autorizarla con su asistencia. ¡Y qué ardor no infundirá su presencia, su protección y su ejemplo! Vemos también congregados a los venerables maestros, a quienes debemos la ins– trucción. Agobiados de los años y las fatigas incesantes a favor de la humanidad afligida; extenuados por las vigilias continuas que les ha costado nuestra educación médica, interrumpen, no obstante, la única hora que se les permite de reposo para presentarse aquí a darnos lecciones de constancia y dedicación. ¡Oh! ceda en honor de ellos la gloria que resultare de nuestros sudores. Corónense con las flores hermosas que regaron con los suyos, esperando nosotros re– cogerlas en aquellos campos en donde supiésemos a imitación suya sembrarlas y cultivarlas. Por otra parte, vosotros sois profesores cristianos a quienes congregan aquí las luces del entendimiento y la rectitud del corazón; la perfección de vuestro arte y el cumpli– miento de vuestros deberes: objetos preciosos que, inundando al médico clínico del placer inefable de no aparecer manchado con el más negro de los crímenes delante de los ojos del Dios vivo (6), le proporcionan un renombre inmortal. Industria humana nullis addicta hypothesibus, so/is innixa observationibus, artis nostrae pomeria in dies extendit, eorumque qui id perfecerint, nomen aeter– num cluet. Plan para el arreglo de las conferencias clínicas. l. Se establecerán estas conferencias una vez a la semana en el día jueves, dando principio a las cuatro de la tarde. 2. Los profesores de medicina alternarán con los de cirugía; de suerte que en una semana expondrán los primeros un punto de su facultad, y en la siguiente lo ejecutarán con la suya los segundos. (6) C'est un point capital dans la partie de la médeci1ie qu'on nomme clinique ou practique, et surtout dans la médecine foraine, que e/raque mé– decin doit toujours consulter ses talents et sa conscience. et ne point pécller, soit dans ses cures, soit dans ses décisions, par ignorance, et encore moins par malice, il n'y a guére de ucrime plus atroce, ni d'action plus coupable que celle-ci aux yeux du Dieu vivant». (Bielfeeld: L'entdit univers., tomo II, pág. 44.)

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