Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 67 grandeza; no temas, digo, que por estos oficios de tu amor con que anuncias su mérito, contraigas una deuda que debas satisfa– cer a la posteridad con el vergonzoso menoscabo de tu reputa– ción. Es árbitro imparcial, y rígido censor de la conducta de los hombres, aprobará sin duda este homenaje de tu fidelidad, y tu respeto; justificará un culto en que el incienso no se prostituye, ni se profanan los laureles en las sienes del vicio. No, no acusará a las Ciencias de haber envilecido su destino, no las ha de culpar del execrable abuso de sepultar sus luces para no descubrir la vani– dad, o de servirse de ellas para manifestarla hermosa, y agrada– ble. Depón pues los temores, serena la inquietud, y en el trans– porte de admiración en que contemplas la gloria que recibes, con– viértete a su autor, y reverente muestre tu gratitud su exaltación, y en ella muestra dicha. No necesitas mendigarle su adorno a la elocuencia. Las raras perfecciones, esas sublimes prendas con que la providencia lo distingue, no han menester el buril, ni el encan– to del arte y del ingenio. Por eso sabia, entre tantos disertos, que en igualdad de su orador admitiría sin desd 'n la antigua Roma, quisiste que mi voz lánguida, y abatida fuese el intérprete de tus sentimientos. Destinaste al más débil de tus fuertes, para que sos– tuviese todo el peso de honor con que te oprime la alta bondad del príncipe, que hoy desciende a tus aulas. [4] ¡Oh y qué excelso se presenta V. E. a nuestra vista! Emu– la la fortuna de la naturaleza; si ésta da a V. E. una brillante raíz, formándole la cuna de blasones entre la obscuridad de mu– chos siglos; aquélla en el progreso de sus días le ha franqueado otros dones, que tanto más lo ilustran, cuanto es mayor el méri– to que nace de si mismo, que el que sólo se deriva del origen. No por esto se crea que haya sido él acaso artífice de la felicidad de V. E. La virtud sola, esa regla, que dirigida por la razón, y la ex– periencia no pronuncia sino juicios de rectitud; que desprendida de ba tardas pasiones excita, promueve, y persuade a la bondad; ya la he nombrado, la Justicia quiero decir, hija de esas dos ma– dr s, y madre ella fecunda de todas (4) las virtudes, es la que ha coronado a V. E. entregando a su brazo la suerte de dos reinos. Por qué, ¿Quién no admira en V. E. a esta virtud preciosa por principio seguro de todas sus acciones? Ella copia en su espíritu la imag n decorosa de sus progenitores; ella en su corazón fo- (4) In Justitia autem, comprehensint omnis virtus inest. Theogn. vers. 147 .

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