Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
74 MIGUEL MATICORENA ESTRADA a fin de continuar sus antiguos furores, y poder repetir el duelo, la desolación, y la tragedia. [11] ¿Mas con qué objeto se retira V. E. a la corte? ¿Será acaso para sostituir a la tormenta la serenidad, y gustar, después de la agitación, a la sombra del monarca, las delicias del reposo? No sin duda. El héroe no se detiene en la carrera: sus primeras empresas lo agitan y estimulan; él vuela con rapidez de suceso en suceso, sin que pueda contener su giro ni la felicidad ni la des– gracia; o porque quiere remplazar las quiebras que hizo la ad– versa suerte, o porque anhela los laureles, que le prodiga la prós– pera. La orgullosa Isla de Albión, esa soberbia émula de Atenas, centro de las más inexplicables contradicciones, donde por señal de independencia se ensangrienta el trono, se insulta al soberano, se adora al criminal, se obedece al vasallo; donde el monarca co– rrompe, y el poderoso oprime a un pueblo, que ensalzado de li– bre y feliz, se ve con frecuencia reducido a elegir en la muerte vo– luntaria el despechado partido de la servidumbre, y la desdicha: la Inglaterra, digo, no escucha resonar en la gran sala de West– minster los funestos ecos del perpetuo debate de estos tres diver– sos poderes, obstinados siempre en conservar el equilibrio de la autoridad, quimera en la política y aun perjudicial a ella (13). To– do es conformidad, todo es concordia. Las pasiones ceden, y de auxiliares sirven .el insensato deseo de abatir a la Españ, invadien– do las opulentas posesiones del Nuevo Mundo. El Támesis parece que ha variado de destino. No se emplean los hombres en cargar, o aligerar navíos. El comerciante descuida del presente provecho, calculando la crecida ganancia que espera, y se promete. El ocio– so corre a la orilla, no atraído del frívolo divertimiento de ver lle– gar estranjeros a su puerto, sino para augurar la infalibilidad de la empresa, por los suntuosos preparativos que contempla. El (13) No puede haber en Moral, ni en Física, dice Monsieur Linguet, estado más defectuoso, que el equilibrio; por que no hay alguno más fácil de destruirse. Cuando los dos platillos de una balanza se contrapesan con exactitud, dos granos añadidos a uno de ellos, lo precipitan; en lugar que si el uno tiene sobre el otro la ventaja de un peso considerable, su situación será más firme, y su tranquilidad más difícil de alterarse. Tratado del más feliz Gobierno, part. 2, Cap. 2. Creer que la balanza entre estos dos poderes pueda tomar un equilibrio tan justo, y fijo, que no salga jamás de este punto, es una quimera que no debe esperarse. V. el Libro Amarillo atribuído a Monsieur Gros de Bose, impreso en Basilea el año 1748, en papel de este color.
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