Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 75 hombre de estado medita y se complace de una conquista tan útil á su nación, como perjudicial a la nuestra. Cartagena de Indias desmembrada de España y sujeta al inglés, es la voz común, que una necia confianza repite, y esparce por la villa de Londres. Sus prensas gimen, sellando inscripciones y medallas, que inmortali– cen nuestras ruinas (14) . [12] Pero ¡con qué presteza se disipan esas alegres, y vanas ilusiones! Temblad intrépidos enemigos de nuestra gloria. La cor– te de Madrid abunda en remedios, donde no hallais recursos; ella va a cubrir de oprobio vuestra ligereza, a mudar en deseperación vuestra seguridad, y a convertir en llanto vuestro gozo. Ordena se embarque el regimiento de Almansa, de quien es V. E. teniente coronel, y a su valor y pericia fía, y recomienda el crédito de to– da la nación. Genios tutelares del nombre español, proteged su via– je. Mar impetuoso, cierra tus profundos abismos. Obscura habita– ción del espíritu de las tempestades, reserva tus furores para la insaciable avaricia, y orgullosa ambición. Cartagena abatida, aliéntate y respira. No: no serás arrasada por el enemigo, ni su– frirás el yugo, que te amenaza, y temes; los vientos, de concierto con tus votos, conducen y acercan vuestra libertad. Mas ¡qué tris– te, y repentina mudanza! La armada contraria se atraviesa; la tur– bación destierra la confianza, el temor acrecienta el peligro, el pá– lido marinero palpita, sus rodillas vacilan, un sudor frío corre por su rostro, una maniobra varia y presurosa estorba, retarda, y aún imposibilita la misma huida, que abraza como única defensa. Ilus– tre regimiento, el valor que te anima sin uso ni experiencia en ese elemento, asilo de las casualidades, sólo puede contribuir a que dobles el cuello sin bajeza, y conserves la estimación en la des– gracia. El espíritu es inútil en ese cristal movible, donde cada paso incierto y sin fijeza ayuda a la debilidad, y traiciona al es– fuerzo. Ríndete pues: el honor reside en el corazón a cubierto de los caprichos de la suerte, y de la equívoca prueba de los aconte– cimientos (15). (14) La satisfacción con que el almirante inglés tomó la expedición fue tan arrogante, que suponiendo la victoria antes del combate, hizo batir me– dallas de diferentes cuños, en que figuró a Don Bla de Lezo de rodillas 11tregcí11dole la espada. Flor Clav. Historia. Siglo 18, pág. 383 de la edición de 1776. (15) Semejantes palabras dirigió a Antonio un viejo centurión la í - pera de la famosa batalla de Actium. Dejad, le decía, que los egipcios, fe– nicios combatan en el mar. La tierra es nuestro elemento: en ella estamos

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