Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 81 como alentado, si en la campaña la animosidad excita sus esfuer– zos, en el doliente lecho el desfallecimiento disfruta sus piedades. Allí triunfa de las armas patente a sus furores; aquí vence a la pes– te expuesto a su destrozo, y en todas partes combate con la muer– te, y la supera. (20] Bazán, Santa Cruz, nombres respetables, ya admitireis a vuestro descendiente en la gloriosa sucesión de honor y de gran– deza con que ilustrais la historia: ya publicareis que sus sublimes acciones os dejan libres de la sagrada fianza que la patria cele– bró con vuestras sombras. Ella está satisfecha de unas proezas, que en nada diferencia de las vuestras: lo declara y persuade del modo más auténtico, entregándole el bastón de mariscal de cam– po, y aun se promete la misma fiel justicia en las obligaciones ad– quiridas, que ha mostrado, y admita en los deberes heredados. SEGUNDA PARTE [21] Si el labrador contempla en el reposo los renacientes esfuerzos, con que la espiga se forma, crece y fructifica; si tran– quilo poseedor de su humilde cabaña, bendice en la calma, e ino– cencia al poderoso monarca del universo, que humedeciendo el valle con el útil rocío, y sujetando al frío cierzo y terrible Aqui– lón, asegura el sudor de su rostro, y la fértil recompensa de sus fatigas: si el ciudadano pacífico goza de la deliciosa idea de mo– rir en el seno de la patria, y sin temer se le arroje del lecho de sus padres espera que sus cenizas descansen en un mismo tem– plo, y bajo un mismo altar; por el feliz suceso de las armas, y la respetable protección de la victoria, logra y mantiene contra los insultos extranjeros de esa quietud, que tanto le interesa. Pe– ro si en el exceso del agradecimiento pretende coronar al héroe, que sacrificando la vida y el espíritu, se la afianza, y conserva; la gloria con que quiere adornarlo se obscurece y deslustra por el fune to aparato, que acompaña a los triunfos (16). Cadáveres san- (16) Esas tropas de cautivos atados al carro del vencedor, publican más bien su desgracia, que su gloria. ¡Qué de sangre y lágrimas riegan a esos laureles funestos! ¡Qué de suspiros interrumpen a esos cánticos de la victoria! Lúgubres despojos, vosotros sois monumentos de la aiaricia y la crueldad, mas bien que del valor, y del esfuerza. Fieros conquistadores, el
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