Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 83 (22] ¡Oh Chile! qué situación de duelo y amargura ofreces a mi vista. El infiel Araucano se rebela, y altera. Un pérfido caci– que seduce a la nación: intrépido espera que el suceso correspon– da a la audacia. Con puñal en mano alienta la conjuración, e irri– ta a los cómplices; redobla en los corazones el ardor de la ven– ganza con el trágico recuerdo de las pasadas miserias; invoca a los tristes manes de sus padres, y esta memoria anima los espí– ritus; excita el odio pintando a la América anegada en la sangre de sus propios hijos, asesinados en la plazas públicas a la vista de sus dioses domésticos (19): la libertad, los bienes sepultados entre las ruinas de su antiguo trono; una opresión lenta, inexora– ble, sucediendo a esa primer crueldad; la indigencia unida a la humillación y al menosprecio; el año variando las sazones sin mu– dar sus suplicios siempre trabajando, y nunca posey~ndo; una familia hambrienta, que aborrece, detesta la vida y existencia, y no espera por gracia ni el fúnebre consuelo del sepulcro (20). Es- (19) Las horribles crueldades practicadas en la América al tiempo de su conquista, excitaron los clamores y quejas de los imparciales. Aún sin adoptar las ponderadas expresiones de Don Bartolomé de las Casas Obispo de Chiapa, en su memorial, y las que repite el P. Charlevoix en su historia de la Isla de Santo Domingo, se pueden ver las representaciones hechas al Consejo de Indias por el P. Julián Garcés, primer Obispo de Tlascala, y la obra dirigida por el mismo a Paulo III. Allí vemos la opinión de algunos que no los juzgaban dignos de entrar en el seno de la Iglesia. Paulo III. se vio obligado a declarar en Bulla de 1537 que los americanos son hombres El P. Juan José de Santa Teresa, carmelita descalzo, la refiere en su historia de la guerra del Brasil, y añade: fue precisa, pues los españoles los mataban para alimentar sus perros. Lope de Gamar en su relación da por razón de estas barbaridades que el indio tomaba tabaco en humo, y no se hacía la barba a la española. Pero aunque ciertos hechos con que las góticas y fe– roces id as de aquel siglo, y los inevitables desórdenes que acompañan a las conquistas den lugar a las naciones extranjeras, por efecto de la obstinada emulación con que miran estas ricas posesiones sujetas a la España, de abultar y exagerar rigores, la misma verdad los fuerza a confesar que la piedad de nuestros reyes se ha esmerado en el alivio y felicidad de los mi– serables indios. El cuerpo del derecho patrio puede llamarse el código de la humanidad y la dulzura . No atribuyamos, pues, a nuestros sobera– nos sos rasgos de opresión y violencia. Numina nulla premunt. Mortali urgemur, ab hoste Mortales. Virgilio lib. 10, Eneida, v . 325 . (20) Tácito pone en boca de los bretones iguales quejas entra los agra– vios que experimentaban de parte de los romanos: Nihil patientia profici nisi ut grauiora, taqu.am ex facili tolerantibus, inzperentur. Singulos sibi olim reges fuisse, nw1c binas imponi, e quibus Legatus in sangui11em 1 Pro-
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