Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

94 MIGUEL MATICORENA ESTRADA glos por la superioridad de su legislación. Atiende a las diversas costumbres de los reinos, a los distintos reglamentos de las pro– vincias, y hace que este tesoro tribute, se rinda y venere a las respetables ordenanzas de la patria (52) Navega en el inmenso mar de los cánones; fija los límites inmutables que separan el cielo de la tierra, la iglesia del estado, el sacerdocio del imperio, y la or– gullosa ignorancia no califica con el odioso carácter de novedad las venerables máximas de la pura y santa disciplina. [35] Las artes, siguiendo la elevación de las letras, derra– man el buen gusto, ese delicado barniz que ha hecho memora– bles los tiempos tan nombrados de Roma y de la Grecia. La ar– quitectura nivela el orden de la simetría y proporciones. El pin– cel transmite los dulces transportes de las almas tiernas, los úti– les ejemplos de la historia, y las agradables ilusiones de la fábu– la (53). La escultura cincela la imagen de esos grandes héroes, que fieles en el cumplimiento de las obligaciones heredadas y ad– quiridas, han merecido inscribirse en los fastos de la justicia. [34] En ese corto y privilegiado número ha colocado a V. E. en la academia, sin el recelo de que la pura luz de la verdad, que entre las ruinas y destrozos del tiempo esclarece las cualida– des de los príncipes, y los sentimientos de los pueblos, degrade ni deslustre el aplauso y elogio que tributa. Esos mármoles y bronces en que se graban frívolas inscripciones, esas soberbias es– tatuas que el orgullo eleva, y la adulación consagra, son otros tan– tos trofeos que erigen el respeto, el temor, y la violencia, y des– deñan la razón, la virtud y el sentimiento. Frágiles e inconstantes en su basa, sufren y se derriban en una misma caída con la des– preciable imagen que representan (54). En la memoria y corazón del hombre se ha de afianzar el glorioso principio de la brillante inmortalidad. Allí no penetra la autoridad (SS), ese imperioso yu– go, que oprimiendo con dureza, sólo recibe el frío incienso del disgusto y la lisonja. Este abatido artífice acostumbrado a equi– vocar el sólido mérito con la engañosa apariencia, no labra ni fa- (52) V. El Mercurial de M. Daguefau sobre la Ciencia del Magistrado, pronunciado en 1709. (53) V. la Historia filosófica tom. 7. pág. 365. (54) Los arcos del triunfo, las estatuas, y aún los templos y altares, se destruyen con el tiempo, y el olvido los borra de la tierra. Plinio. (55) Nemo Rex animis imperare potest. Qunti. Curs. lib. 2.

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