Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJA O Y CARRILLO 99 [9] Pero donde más recargan la censoria vara de su crí– tica, es en los argumentos y pruebas de aquellas proposiciones que dividen la materia de su oración y hacen la principal porción de su sustancia, como que de ella depende todo el nervio y fuer– za de la persuasión a que aspira. Aquí, dicen unos, es inexcusa– ble el orador por haberlos deducido de unos lugares tan comunes que hacen adaptables los elogios de su héroe a los innumerables que participaron de su propio mérito y quedaron sepultados en la oscuridad de su ignorancia. Otros se avanzan hasta decir que, en lugar de un panegírico, trazó el autor un plan de sátira, sobre– manera injurioso a la gloria de su héroe. Porque ¿con qué otro fin y designio pudiera, después de aventurar up.as máximas exóti– cas, producir como argumentos de tan relevados elogios unos he– chos que nada menos prueban que el derecho de disfrutarlos, de– jando sin duda los conducentes y que dieron a la justicia de nues– tro Soberano el impulso que lo elevó a la altura de tanta dignidad? [10] Oiga V. S., el razonamiento de uno de éstos, capaz de imponer al espíritu más prevenido. Aquella proposición sobre que se sostiene la primera parte del panegírico y en que se representa a la naturaleza, ya sacudiendo de sí la inacción para formar el he– redero de una familia ilustre, y ya reconcentrándose en la in~r cia de su materia, cuando quiere dar a luz algún plebeyo, no sólo es ajena de sus fundamentales leyes y de aquellos invariables prin– cipios con que propende a la igualdad de todos, sino opuesta y contraria a la experiencia de todos los siglos. . [11] Nobles eran los hijos de Mario y de Catón, nobilísima Julia Agripina y las demás viciosas damas de la ilustre prosapia de Augusto; y no fueron inferiores los hijos del gran Constantino que nacieron para repartirse el mayor imperio del Universo. No obstante, la naturaleza s~ mostró tan poco cuidadosa de su for– mación, que ni el auxilio de la educación, ni todo el resplandor de su fortuna pudieron reparar , n i esconder el monstruoso equipaje de los vicios que sacaron de su mismo seno. [12] De padres sabios y robustos se ven nacer, todos los días, hijos fatuos y pusilánimes. La estulticia es como la partición de los mayorazgos, los cuales, a pesar de los fingidos halagos y ca– riños con que se prepara la naturaleza para cortejarlos, sólo pa– rece que recibieron un espíritu de ferocidad para frustrar y bur– lar la disciplina de su corrección. Cicerón empleó, inútilmente, sus grandes talentos en la enseñanza de sus hijos; Augusto disipó,
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx