Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

112 MIGUEL MATICORENA ESTRADA tas invectivas contra el autor de su presente constitución no tie– nen otra verdadera causa que la justa reforma de su desmedido lujo, y que son como el eco bastardo y ronco de los descompa– sados gritos en que la arroja el injusto dolor de verse sin los prin– cipales fondos de su vana opulencia. [42] Como quiera que sea, la grande pérdida de Lima en la separación de este virreinato, hace la ganancia de esta Capital de Buenos Aires, y por lo mismo que aquélla injustamente se resien– te de verse privada no sólo de las Provincias del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay, sino aún, lo que le es más sensible, de la mayor parte del Reino del Perú que la reconocía, después de tantos años, por el punto céntrico del oro y plata de sus minas, ésta debe, justamente, regocijarse y aplaudirse de una adquisición que la subroga en lugar de su misma émula y la pone a la par de quien tan obstinadamente le había jurado su ruina. Y ¿qué gracias no deberá rendir al autor de tanto bien y a aquel superior genio que, para dar el justo equilibrio a las partes de un mismo cuerpo, le proporcionó tan señalado beneficio? Ni ¿qué individuo de esta provincia dejará de reconocerlo por su más insigne bene– factor y erigirle en su corazón un altar donde arda siempre su reconocimiento, con la ofrenda de sus votos al Cielo, p9r su pre– ciosa salud y vida? [43] Pero aún sube de punto el beneficio, si consideramos el carácter y circunstancias del actual virrey, Este es el Exmo. Sr. Dn. Juan José de Vértiz y Salcedo, que debemos reconoc_er por el verdadero fundador del virrei.µato (pues el primero, que fué su antecesor, vino como un rayo, de quien sólo percibimos el trueno de los estragos que hizo en nuestros enemigos, se v9lvió y disipó, dejando apenas principiada la obra de su establecimiento). Este ilustre americano, tan amable en sí mismo por el cúmulo perfec– to de las prerrogativas que lo decoran, y que debe hacer las de– licias de toda la nación, porque después de haber ganado el con– cepto y predilección del más perspicaz ministro que lo prefirió para perfeccionar la grande obra de su magnanimidad, ha sabido sostener el peso de tanta dignidad sin descubrir el menor blan– co a los tiros de la envidia y de la emulación; éste, digo, supe– rior genio, en quien sobre el conjunto de las más relevantes vir– tudes brilla la justicia, el celo, la humanidad y el desinterés, es el precioso don con que el insigne benefactor de esta provincia relevó aquella gracia y puso el sello de oro a su beneficencia.

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