Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 113 [44] Permítaseme ahora dirigir a tan benéfico ministro esta breve y ruda gratulatoria. No, ilustrísimo y excelentísimo Señor, la nación americana, y mucho menos esta provincia, jamás serán capa– ces de contemplarse como el objeto de vuestra abominación, des– pués que, sin ejemplar entre vuestros predecesores, le franqueó vuestra mano por su virrey y príncipe a un compatriota suyo. Si los mortales, como decía Plinio, nunca reciben del Cielo un beneficio ni más ilustre ni más magnífico que el de un príncipe casto, san– to y semejante al mismo Dios, (*) y si, como asegura Plutarco, la república que merece un jefe prudente y justo, debe gloriarse co– mo que recibió el máximo de los dones Divinos (*) ¿cuál será nues– tra gloria y nuestro reconocimiento a tus bondades por el prínci– pe que nos habéis dado, colmado de tan excelentes virtudes? No; no fué ciertamente en el furor de vuestra supuesta cólera y como Dios dió a su pueblo al reprobado Saúl, sino al impulso de su amorosa vigilancia y como el mismo Señor escogió a David, que nos diste al que hallaste tan ajustado a las medidas de tu bené– fico corazón. [45] ¡Oh, si pudiera yo, para manifestar mejor todo el fon– do de nuestra gratitud, bosquejar siquiera el cuadro de las pre– rrogativas y virtudes que caracterizan a nuestro virrey! Pero si en esta parte me contiene la defensa del Espíritu Santo, no debe cohibirme un pequeño rasgo que vindique, con tan bello ejemplar, el honor de la nación americana, que tanto ha querido deprimir la emulación, y más cuando este generoso empeño me vuelve, sin violencia, al asunto mismo de la vindicación de nuestro amante ministro. [46] Sí, la emulación, después de insultar nuestra sumisión Y rendimiento, como que se hermana bien con el abatimiento, no ha dudado imputarnos la facilidad con que nos elevan las faculta– des y empleos que se nos confieren y que, por lo mismo de estar muy expuestos a los mayores yerros, conviene mucho el tenernos siempre sujetos. De suerte que por un efecto de humanidad y pa– ra que no nos veamos desnudos de todo favor, sólo se nos pue– den comunicar los medianos cargos, dejando los mayores para los europeos, que con espíritu muy noble desean· el bien de la pa– tria y el sosiego de nuestro amado monarca. (*) Panegírico de Trajano. (*) Elogio de Numa.

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