Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
114 MIGUEL MATICORENA ESTRADA [47] Tales son las ideas de nuestra condición que se han lle– vado hasta el trono de nuestro soberano por la pluma misma del ilustrísimo personaje que hoy tiene el primado de la Iglesia de España (10). Ya el ilustre cabildo de la Ciudad de Méjico, en su re– presentación de 2 de mayo de 1771, confutó egregiamente aquel odioso retrato, que hacía de los americanos la más preocupada emulación (11). Pero ¿qué fuerza no hubiera dado a sus inven– cibles argumentos, si hubiera podido alegar, por entonces, el ejem- (10) Francisco Antonio de Lorenzana que, siendo arzobispo de Méjico, fué electo, en 1772, arzobispo de Toledo (n. en León, 1722, m. en Roma, 1804). (11) Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, 1885, t. V, p. 351/2, nota 94, se refiere a ambos documentos, como sigue: "Tengo a la vista un memorial manuscrito del cabildo de la ciudad de Méjico, de 2 de mayo de 1771, que ignoro si se ha publicado alguna vez. Es una repre– sentación dirigida al rey para pedirle que reconvenga al funcionario que tratando este mismo asunto [la justa pretensión de los criollos de equipa– rar a los españoles en la provisión de los cargos civiles y eclesiásticos en América] había informado a la corte en los términos siguientes. "El espí– ritu de los americanos es sumiso y rendido porque se hermana bien con el abatimiento; pero si se eleva con facultades o empleos, están expues– tos a los mayores yerros: y por eso conviene mucho tenerlos sujetos aun– que con empleos medianos, porque ni la humanidad ni mi corazón propo– ne el que sean desnudos de favor; pero sí me enseña la experiencia que conviene mucho tengan por delante a nuestros europeos, que con espíritu muy noble desean el bien de la patria y el sosiego de nuestro amado mo– narca". Los capituiares de Méjico no nombran al autor de este consejo; pero es evidente que ésas eran las ideas de los caracterizados representan– tes del rey en las colonias y de muchos de los directores de la adminis– tración en la metrópoli. El memorial a que nos referimos tiene por obje– to impugnar esas máximas demostrando al rey la fidelidad incontrasta– ble de sus vasallos de América y el buen desempeño de éstos en los car– gos que se les confiaban; pero observa que todo hacía creer que aquellos consejos habían sido bien recibidos en la corte. "Días ha, dice con este motivo, que reflexionábamos, no sin el mayor desconsuelo, que se habían hecho más raras que nunca las gracias y provisiones de V. M. a favor de los españoles americanos, no sólo en la línea secular, sino aun en la ecle– siástica ert que hasta aquí habíamos logrado atención. Lo observábamos pero conteníamos nuestro dolor dentro del más respetuoso silencio, y no 1o romperíamos jamás aunque no lográramos otro beneficio de V. M. que el incomparab1e de recbnocernos sus vasallÓs, veneraríamos siempre como de la imagen del mismo Dios, las providencias de V. M.; las confesaría– mos en todo caso justas por más que no alcanzáramos sus causas, que tampoco osaríamos averiguarlas, y aunque nos fueran dolorosas, callaría~ tnos nuestro sentimiento, con la satisfacción de hacer en todo caso el gus– to de V. M. ". Barros Arana termina su nota con esta consideración: "Es– te era el tono en que por entonces hacían los ameri~anos llegar sus que– jas a los oídos del rey".
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