Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
116 MIGUEL MATICORENA ESTRADA ronel Dn. Ignacio Flores, también americano, arrojan el espan– to entre los sublevados con el sangriento destrozo de los más obs– tinados. [51] El ilustre comandante, obrando bajo las órdenes y di– rección de nuestro jefe, defiende y aquieta la Ciudad de Chuqui– saca, justamente alarmada con los repetidos asaltos del enemi– go, y después de apaciguar la provincia inmediata corre y, pene– trando por entre pueblos los más enfurecidos con los inhumanos estragos que habían causado, hace levantar el sitio de la rica Ciu– dad de La Paz, cuando al cabo de cuatro meses, que había gene– rosamente resistido el más porfiado y formal asedio, iba ya a ren– dirse, víctima del más obstinado furor; consiguiendo al fin, con el castigo de las principales cabezas, la total pacificación del rei– no. Su mérito no quedó sin la debida recompensa, porque el jus to y próvido ministro, que no lo perdió de vista en la mayor dis– tancia, se la proporcionó con anticipación a sus más gloriosos he– chos en el grado de coronel y presidente de aquella Real Audien– cia, para que se vea que su justicia no distingue entre europeo y americano, y que sólo el peso de los méritos hace inclinar la balanza de su juicio (12). [52] En lo demás que mira a los últimos rasgos del retrato de los americanos en que, a la verdad, se estampa su mayor in– famia, haciendo entender que solos los europeos, con espíritu muy noble, desean el bien de la patria y el sosiego de nuestro amado monarca, yo quisiera que, por todas partes, se reconociera la con– ducta de nuestro jefe, para que así se viera si había ninguno con– sultado con más nobleza de ánimo el bien de la patria, ni pro– porcionado más felizmente el sosiego de nuestro soberano en los dominios que están a su cargo. [53] Permítaseme decir aquí, sin envidia ni agravio de na– die, que cuando el fermento de la sublevación corrompía toda la masa de esta América meridional, cuando las capitales de sus otros virreinatos y principales provincias ardían con las discordias y des– avenencias entre sus jefes, y los ministros y superintendentes de la Real Hacienda, sólo en Buenos Aires y sus inmediatas provin– cias reinaba la calma del más profundo sosiego y brillaba entre (12) Este último párrafo, desde "Su mérito etc.", falta en el manus– crito de Maciel.
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