Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 127 la masa de la Compañía. Desde entonces fueron vanos cuantos gri– tos levantó la opresión de aquellos infelices, porque las poderosas relaciones que se había procurado la Compañía dentro de la mis– ma Corte, o no dejaban llegar sus justas quejas al trono de nues– tro soberano o las desacreditaban con el especioso pretexté> de que eran los ecos de su mal reprimida sublevación. [76] Así se mantuvo por muchos años la Provincia de Cara– cas hecha una pechera y tributaria de la Compañía, hasta que la providencia de Dios le deparó en el actual ministro el Moisés y re– dentor de su duro cautiverio. Su corazón (27), lleno de humani– dad, respondió perfectamente* a los lamentos de la miseria, y la perspicacia de su espíritu, descubriendo a pesar de la distancia y de las sombras que el poder había arrojado, la razón y la justicia que los animaba, rompió la barrera que hasta entonces había ce– rrado el paso para que llegasen al trono sus clamores, y puso en los oídos del soberano las justas quejas de la opresión de aque– llos sus vasallos. La Real orden de 15 de febrero de 1781 y las de– más providencias expedidas a fin de abolir la exclusión que se había abrogado la Compañía, y reintegrar aquella provincia en la franqueza y la libertad del comercio de sus frutos, son monumerl– tos irrefragables de que el odio y aversión del ministro contra los americanos es un vano fantasma de la emulación, que su corazó1i; colmado de probidad, sólo se anima con los más puros sentimien– tos de la justicia que administra, sih excepción alguna de persona. [77] Después de todo, nb sé si, por medio de las exhibidas pruebas, he demostrado suficientemente la falsedad e injusticia del odio y desafecto que se imputa al ministro contr".'- la nación americana. Tal yez que la debilidád y confusión de mis expresio– fies haya enervadb la fuerza que tienen por sí mismas, pero como quiera que este defecto, propio de mi limitación, nunca será ca– paz de imponerse a los espíritus ilustrados, yo me contento con ha– ber indicado unos iugares ae los cuales los menos discursivos po– drán formar los más eficaces argumentos de tan justa vindicación. Entretanto, pocd escarmentado del dudoso suceso de mi empresa, (27) Aquí termina la copia de puñ.o y letra del propio Maciel, que se guarda en la Biblioteca del Congreso Nacional, y que hemos seguido has– ta ahora. En lo restante nos guiamos por la copia de la Colección Segu– rola. * Ms. Biblioteca del Congreso: ºdemente". Ms. Matalinares (Madrid): "per- fectamente".

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