Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

130 MIGUEL MATICORENA ESTRADA exacción de aquellos derechos. Pues, fuera de que en el actual mi– nisterio no se han establecido otros, las expresiones, así de la in– sidiosa molestia de las continuas declaraciones y juramentos que sucede en el negociante a la pasada zozobra de los peligros e in– comodidades del comercio, como del estanco y desmayo que su vivificante soplo experimenta con los fingidos estorbos y emba– razos que le oponen los infelices empleados, señalan, como con el dedo, los ya especificados objetos, siendo, sobre todo, digna de notarse la impavidez con que acrimina al administrador de la Adua– na de Lima, sujeto de una notoria e incorruptible probidad, tra– tándolo, por haber sido comerciante, cual culpable prevaricador de su destino que detiene e impide, por capricho o sórdido inte– rés, la concurrencia del efecto y mercancía. SECCION SEGUNDA Presupónense ciertos incontestables principios que refutan~ en general, las indicadas objeciones. Primer Principio Autoridad del soberano para imponer derechos a los súbditos y formar la renta del estado. [81] Este principio es incontestable, y sin él la soberanía se– ría una agradable quimera y el estado un vano fantasma, incapaz de subvenir a las necesidades públicas que son inevitables en las sociedades civiles, donde se exigen gastos considerables tanto en la paz como en la guerra. Es indispensable mantener tropas y pagar las guarniciones de las plazas, proveer de lo necesario la casa Real y satisfacer los gajes y salarios de los ministros y de– más empleados en el servicio del rey. El reparo y conservación de los caminos, la fortificación de las plazas y construcción de los puentes y calzadas, con todo lo que concierne a la navegación de los ríos, y demás cargos públicos, son objetos propios de la so– berana autoridad, a cuyas expensas subsisten. Los gastos que ella t iene que impender en tiempo de paz, se aumentan sobremanera con la guerra, sin la cual, muchas veces, no se puede conseguir ni con– servar la paz que se debe siempre buscar como el bien más inte– resante a la sociedad. La guerra, al fin, no se hace sin tropa ni

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx