Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

132 MIGUEL MATICORENA ESTRADA pués de increparles el vano designio de sorprenderlo: ¡Mostrad– me, les dice, una moneda! Y preguntándoles, en su vista, de quién era aquella imagen e inscripción, respondieron que del César. En– tonces resolvió la cuestión por estas palabras que confundieron su depravada hipocresía: ¡Dad, pues, dijo, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios! Como si dijera: No os sirváis jamás del pretexto de la religión para no pagar el tributo. Dios tiene sus derechos separados de los príncipes. Vosotros obedeceis al César que ha hecho acuñar la moneda de que se sirve vuestro comercio; y pues él es vuestro soberano, reconoced su soberanía, pagándole el tributo que tiene impuesto. Y es digno de notarse, como advierte el célebre jurisperito, de quien no he hecho sino extractar este principio, que Jesucristo, para pronunciar esta sen– tencia, sólo miró la inscripción del nombre de César, grabada en la moneda, sin preguntar ni examinar cómo o por qué orden se cobraba semejante impuesto. El nombre del príncipe, su imagen, el derecho de dar a la moneda su valor, son,· en efecto, las seña– les de la soberanía y autoridad que tiene para exigirlo y en lo que la sabiduría eterna fundó su divina resolución. [85] Su más iluminado intérprete, el apóstol San Pablo, ex– plicó la misma doctrina. El príncipe, dice, es el ministro de Dios, vengador de las malas acciones, y por lo mismo, debéis estarle sometidos no sólo por el temor de su ira, sino aun por la obliga– ción de vuestra conciencia. Por esta razón le pagais los tributos, pues siendo los príncipes ministros de Dios, sirve en esto a su Di– vina Majestad. Rendid, pues, a cada uno lo que se debe: el tri– buto a quien es debido el tributo, el impuesto a quien se le de– be, y el honor a quien es debido el honor. De suerte que, según el Apóstol, los tributos y los impuestos se deben satisfacer al so– berano religiosamente y por obligación de la misma conciencia. [86] No es menos oportuno, para fundar esta autoridad, el capítulo 8<.> del Libro 1<.> de los Reyes. Los israelitas, cansados del gobierno de sus jueces, pidieron a Samuel un rey que los gober– nase como a las demás naciones que los rodeaban, y Dios, para obtemperar a sus votos, le ordenó a su profeta que les predijese y advirtiese primero los derechos del que había de reinar sobre ellos. Samuel, en consecuencia del Divino mandato e inspirado del mismo Dios, Oíd, les dijo, y sabreis el derecho del que os ha de gobernar. En primer lugar, os quitará vuestros hijos para su servicio de la Corona los hará sus cocheros y corredores que va– ,Yan por delante, y no sólo los constituirá por tribunos y centuria-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx