Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 145 de la guerra. Porque si la venta de estas especies hubiera corrido, como antes, por mano de los mercaderes ¿quién duda de que, del mismo modo que han subido el precio de los demás géneros hasta un ciento cincuenta por ciento, lo hubieran también practicado con ellas, y que nos hubiéramos visto en la necesidad de pagar la li– bra de tabaco en polvo por más de 14 pesos, cuando aún después del aumento que se le dió por motivo de la guerra, sólo la hemos comprado del Estanco por 7? Lo cierto es que el precio del taba– co en polvo, administrado de cuenta del soberano, apenas se ha acrecentado, por motivo de la guerra, un 16% por ciento, de suer– te que todo lo que va de 16% hasta 150 ha utilizado el común de los pueblos por causa del estanco. [ 114] De todo se infiere que los expresados arbitrios de la Aduana y del Estanco, no son, por su naturaleza, objetos capaces de excitar la cólera de nadie contra quien proyectó su estableci– miento, y que mucho menos pudo, por su causa, el orador de Li– ma, concitar contra el ministro que no tuvo parte ni influjo res~ pecto de él, el furor de aquella capital, la cual, antes de su ingre– so al ministerio, los recibió y aceptó sin quejarse ni reclamar la operación de su soberano autor. [ 115] Así parece innegable que el motivo de sus declama– ciones fué otro muy diferente, y que sólo se puede considerar ya en la separación del virreinato, ya en la franqueza y mutuo co– mercio de sus respectivas provincias, de que resulta la consecuen– cia más perjudicial al lujo y vanidad de aquella capital. El ora– dor conoció que no podía desbocarse contra esta providencia sin herir directamente las leyes de la justicia y el mismo derecho público en que se apoyaban; y para desahogar el resentimiento injusto de su patria con menos nota del juicio universal, aparen– tó por blanco de sus quejas el establecimiento de la aduana, en el que no era tan visible el común beneficio. Pero lo que más re– vela esta voluntariedad es lo que nota (sin duda por considerarlo más repugnante) en el régimen y economía de los ministros de la Aduana. Tales son las relaciones que se exigen para arreglar la alcabala de los efectos que la adeudan y que el orador califica de una insidiosa molestia de continuas declaraciones y juramentos, que sólo le descubren la desconfianza que deja su honor y su pa– labra. Porque, verdaderamente, nadie es capaz de discernir, en aq_uellas declaraciones y juramentos, mérito alguno ni para que constituyan a los ministros, ejecutores del Real mandato, como otros tantos insidiosos molestadores del comerciante, ni menos
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