Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

156 MIGUEL MATICORENA ESTRADA los regentes que, por su teoría y práctica, podrían dirigir sus res– pectivos cuerpos, y aumentó sus ministros hasta el número que gra– duó por suficiente para los muchos objetos de su atención. Desde luego le pareció que, por celoso que fuese un presidente de la ,recta administración de justicia, nunca podría ni arreglar el orden de sus procesos ni suprimir los abusos en sus cuerpos, si siendo por una parte ignorante de la ciencia de las leyes y de los trámi– tes y ápices del derecho, se hallaba, por otra parte, embarazado con los importantes asuntos del gobierno militar y político. [139] Y por tanto, para ocurrir a un defecto que frustraba el fin primario de la institución de semejantes tribunales, puso a -su cabeza personas que, instruídas por su misma profesión de los medios y conocimientos más conducentes, se hallaban desembara– zadas de los objetos que pudieran preocupar su atención, y com– pletó su cuerpo con los miembros que faltaban y eran necesarios para la operación de sus funciones. [140] No sólo esto, sino que, para precaver los más remotos riesgos de la relajación y mantener la disciplina de tan importan– tes cuerpos, arbitró una visita general, cometida a un sujeto de ciencia y probidad que, velando sobre la conducta de su cabeza y miembros, los contuviese dentro de los límites de sus obligaciones y facultades- haciendo entrar a los que se descaminasen por la sen– da de las leyes, cuyo rigor y observancia era el ptincipal objeto de su establecimiento; providencia, a la verdad, nueva, pero que na– die se atreverá a contestar su utilidad e importancia para el grande fin a que se dirigía. [141] Es verdad que, después de todo y a causa del notable acrecentamiento de los sueldos que importa el arreglamiento res– pectivo a dichos empleos, sufre sobremanera el Real Erario, pues sin entrar el correspondiente al visitador y virrey de esta provin– cia, computando sólo el de los jefes y miembros de las Reales Au– diencias de una y otra América, pasan de 740. 000 pesos los que des– embolsa anualmente la Real Hacienda por razón de los dichos sala– rios. Pero, ¿qué prueba más brillante se pudiera dar del amor de nuestro soberano que un desembolso de esta naturaleza, sin otro interés que el que se administre en sus pueblos la justicia en que elJos sólo se interesan? Ni ¿cómo se podrá dudar de que uno mismo es el espíritu que anima al fiel ministro, cuando se le ve formar este generoso proyecto de sacrificar más de 700. 000 pesos todos los años, a fin de que se dé a cada vasallo lo que es suyo

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx