Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 159 la trangresión de los que deberían arreglar su proceder, porque pecisamente dimana de que el gobierno quiera, cuando no debe, echar mano del Real Erario o que la Intendencia retire la suya, cuando debía franquearla a la necesidad o utilidad que lo exige; y en ninguno de los dos casos tiene el menor influjo la ley y pro– videncia de la separación que, por lo mismo, no se debe considerar como causa de semejante inconveniente. [147] Estas justas ideas vemos todas altamente esclarecidas en este virreinato. Jamás necesitó el gobierno · tanto del auxilio de la Real Hacienda desde que se estableció la Intendencia con la pri– vativa superintendencia en todos sus ramos. La guerra declarada con la Inglaterra y la sublevación de las provincias del Perú exigie– ron, desde luego, la franqueza del Real Erario para los grandes gas– tos que demandaban tan importantes objetos. Nada se ha dejado para poner estas provincias a cubierto de los enemigos de afuera y reprimir los de adentro. El celo y probidad de ambos jefes, in– fatigables en su ministerio, ha cohibido todo tropiezo que pudiera alterar su más bella armonía; y, sin propasarse un punto de los lí– mites que deslindan sus respectivos cargos, mientras el uno prepa– raba el fondo para subvenir a tan pública necesidad, operaba el otro, con su oportuno auxilio, las justas medidas de su ajustada providencia. De este modo, uniendo según la intención del sobe– rano los esfuerzos, y propendiendo cada uno, por su parte, al Real servicio, lejos del inconveniente que se figura en la separación de uno y otro cargo, ha visto el mundo entero, en sus mismos objetos, las ventajas que en tan críticas circunstancias ha reportado en bien del estado y decoro de la Corona. SECCION TERCERA Es una quimera y vana ilusión la imputación de la sublevación del Perú al establecimiento de la Aduana y nuevos impuestos [148] Ninguna cosa, a la verdad, es más digna de la general abominación de este nuevo mundo que el origen o causa de la su– blevación del Perú. Por mucho que ésta se quiera rebajar, es pre– ciso confesar que el reino más rico del Universo, aquél de quien dependían estas vastas provincias, no sólo se vió a dos dedos de su pérdida, sino que, aún después de reprimido el movimiento con que se precipitaba a su total ruina, ha quedado en un estado tan

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