Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 161 no se ocultó, desde sus principios la verdadera causa de la rebe– lión, y sabrá su celo llevar adelante los medios de repararla y pre– caverla. Por tanto, no es fuera de mi propósito indicar aquí las razones que motivasen aquella imputación. [151] Ya noté en uno de los capítulos antecedentes que los es– tablecimientos de la Aduana y Estanco del tabaco principiaron en el Virreinato de Lima desde antes que el actual ministro tomase las riendas del gobierno de esta América, y ahora añado que la su– blevación del Perú comenzó por las provincias del dicho virreina– to~ hecho que ninguno ignora, sabiendo todos que en la Provincia de Tinta, José Gabriel Túpac Amaru levantó el estandarte de la re– belión y, erigiéndose soberano por la pretendida descendencia de los incas, hizo el proceso a su corregidor, don Antonio Arriaga, y lo degolló en público cadalso. Y ¿quién de uno y otro no inferirá que, si aquella sublevación fué efecto de la Aduana y Estanco de tabaco, no debe, por lo mismo, imputarse al actual ministro que no tuvo parte en su establecimiento? [152] Esta reflexión es no menos obvia que sólida, y ninguno será capaz de obstinarse contra la fuerza que refuta y disipa aque– lla vana imputación. A la verdad, si el ministro sólo en estas Pro– vincias del Río de la Plata y Paraguay, que se han libertado del contagio de la rebelión, introdujo la Aduana y Estanco de tabaco, no es imaginable mayor quimera que la de hacerlo, por su causa, el verdadero autor de la sublevación de unas provincias que distan de éstas más de 700 leguas. Para esto fuera preciso reconocer en la naturaleza y respecto de las causas morales, una virtud más efi– caz y activa que la que figuró Newton en su atracción y Aristóteles en su oculta simpatía respecto de las causas físicas, por cuanto se le debía considerar a aquellos establecimientos prodigiosa virtud, para producir en países tan distantes los efectos que no pudieron producir en sus más inmediatos intermedios; quiero decir, que no habiendo sido la Aduana y el Estanco capaces de producir la suble– vación dentro de los territorios en que existen, sólo las habían pro– ducido en las distancias y fuera de los límites de su existencia. Pues la Aduana y Estanco del Río de la Plata, que no excitaron con– moción alguna en esta provincia ni en las inmediatas del Tucumán Y Cuyo, produjeron la ardiente sublevación en las más remotas del Pe– rú, donde los mismos establecimientos no habían podido antes al– terar su paz y quietud. Pero, qué fenómeno por cierto raro y, sin duda, más imperceptible que el de la atracción newtoniana Y siro· pática virtud del Peripato!
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