Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 165 da, en su corazón un torrente de resentimiento, que debía algún día rebosar y salir como de represa, rompiendo los diques de su temor y pusilanimidad. Estos sabían, al mismo tiempo, cuán deu– dores eran a la piadosa atención de nuestros soberanos, los cuales nada recomendaban más en sus leyes que la conservación de su li– bertad, el cuidado de su buen trato y todo cuanto pudiese contri– buir a su felicidad, para radicar en sus ánimos mejor el concepto del suave yugo de su soberanía. Mas, como después de todo, tenían la infeliz experiencia del menosprecio que hacían de sus más jus– tas quejas aquellos propios tribunales que estaban más encargados de su atención,, y que en éstos triunfaba siempre el poder de sus corregidores, confundiendo el conocimiento de su justicia que les proporcionaba su inmediación, no es de admirar que viendo así frustrado el remedio de su opresión, reventase al cabo de tantos años aquella represa de ira y encono que no pudo ya contener su debilitado espíritu. [161] No por esto pretendo justificar su sublevación, digna de ser abominada, aun cuando no se hubiera precipitado en los excesos que han hecho gemir a la naturaleza y la religión. Mi de– signio, exponiendo la verdadera causa que la motivó, sólo ha sido refutar la falsa que se ha querido aparentar, pues nada descubre mejor la quimera e ilusión de aquella imputación que el esclareci– miento del origen y principio a que se debe atribuir. Ello es evi– dente que el resentimiento es el que lo ha causado, y que éste es tanto más vivo, cuanto más afecta y conmueve su sensibilidad. Lue.. go, siendo constante que los males propios afectan y conmueven más que los ajenos al espíritu sensible, es preciso confesar que éste, en los indios, se resintió más con los verdaderos golpes de la opre– sión de sus corregidores que descargaban sobre sí propios, que no con los vanos pensamientos o fantasmas de la Aduana y el Estanco que veían tan de lejos y que de ningún modo les damnificaban. [ 162] La cierto es que si, insensibles al daño propio -los repartimientos de sus corregidores- sólo se hubieran mostrado sensibles al que se figuraban en los españoles por causa de las Aduanas y Estancos, su sensibilidad sería más irracional y estú, pida que su misma insensibilidad. Porque quien no siente lo que más le daña y perjudica, y sólo siente lo que ningún daño ni per– juicio le ocasiona, no siente en la realidad, y lo que parece sen– timiento es un puro movimiento maquinal que tiene su principio en la fuerza del agente intrínseco que mueve a su arbitrio aque-
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