Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

168 MIGUEL MATICORENA ESTRADA cuerpos, quiero decir los que debían contribuir a su eterna y tem– poral felicidad, encaminándolos por las sendas de la religión y po– licía, han sido, por su codicia y mala dirección, la verdadera cau– sa de su miseria, el origen de su opresión y quienes, finalmente, colmaron, con su tiranía, las medidas de su resentimiento hasta precipitarlos en tan sangrienta sublevación. Por eso, sin duda, permitió la Providencia que las primeras víctimas de su furor fue– sen sus curas y corregidores, como se vió en Tinta, Carangas, Li– pes, Paria y Chichas, donde por un justo juicio de Dios se vieron los opresores sacrificados a cuchillo de sus mismos oprimidos, argumento, por último, incontrastable de que no han sido las Aduanas y Estancos, en que no tuvieron parte alguna unos y otros pastores, quienes dieron el impulso a la sedición, sino los repartimientos y vejaciones de éstos que, infelizmente, se conster– naron en su ruina y estrago. CONCLUSION [169] He cincluído, Señor, la obra que emprendí a instancia de V. S. por un efecto de mi ame:-- ~1. soberano, ofendido en la per– sona de su más benemérito ministro. El suceso me ha hecho co– nocer que ésta era un empeño superior a mi fuerza y que eran bien fundados los temores que me retraían de tan generosa em– presa. Sin embargo, yo me tomo la satisfacción de ofrecerla y consagrarla a V. S., como un gaje de mi reconocimiento al favor que le debo a V. S., cuya perspicacia rompiendo, fácilmente, el velo de la más ruda corteza, hallará en ella un fondo de verdad y justicia que la hacen digna de su aceptación; su juicio, que pre– fiere siempre lo sólido a lo brillante, estimará en su tosca organi– zación la importancia de su asunto, a pesar del desaliño 'y confu– sión de sus pruebas. Jamás éstas harán perjuicio alguno a la cau– sa del ministro en quien, como V. S., tiene las más bellas ideas de la pureza de sus intenciones y de la rectitud de sus providencias. Y pues yo no he escrito para otro que para V. S., importa poco que la superficie de mi trabajo sea grosera e inculta, si el fondo es digno de su aprobación y agrado. [170] Dígnese, por tanto, V. S., aceptando esta pequeña obra, emplear en ella y su cultura la lima de sus talentos. Ninguno como V. S., a quien el ministro ha comunicado su espíritu por medio de sus instrucciones, conoce mejor aquella impostura que tanto acri-

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