Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 173 visión límites ni desigualdad en la unión y simplicidad perfecta de una misma Esencia? ¿Cómo concebir la energía de estas pa– labras empleadas, dice un Padre (c), para mostrar lo que es su– perior a toda expresión? Bastará pues convencerle que ese abis– mo que no encierra ni oculta repugnancias (d), no permite son– darse sin el riesgo de un infeliz naufragio; que esa gloria no sufre registrarse sin oprimir y deslumbrar con su esplendor, ima– gen natural del fuego, que si alumbra con utilidad a la arreglada prudencia; abraza e incendia a la indiscreta confianza, debiendo ella en su audacia reconocer y adorar a lo infinito por término de sus presuntuosas y fieras investigaciones. Si la verdad se explicara a solas con la razón desprendién– dola de las fuertes y pesadas cadenas que la atan a los sentidos; si para comunicarle su doctrina no tuviera necesidad de valerse del oído, de ese juez soberbio y desdeñoso, como lo nombra Ci– cerón; no trabajaría en transportar y halagar a el hombre por la gravedad majestuosa del discurso, la pronta y ligera rapidez de las frases, la suave y armoniosa cadencia de las voces. Para vencerlo es preciso descubrirla adornada, seducir las pasiones, y rendirlas por el placer y encanto. Arte sublime, que con tal destreza y energía practicaba el gran apóstol en la conversión de los gentiles, que por su uso y manejo lo admiran respetan y equivocan en Licaonia con Mercurio el dios de la elocuencia. Con– venciéndonos este grosero engaño que cuando él mismo exclama, que la predicación no se funda en los discursos persuasivos de la sabiduría humana, sólo pretende demostrar que el establecimien– to de la Iglesia y su propagación es obra de la gracia y del poder del cielo, o intenta también en este rasgo desterrar de sus minis– tros la inmoderada aplicación a las frías reglas de la retórica expuesta siempre a caídas y precipicios, o los líricos y compa– sados movimientos de un teatro profano (e), o los despreciables y métricos equívocos de los pensamientos. (c) San Agustín Libro 5, de Trinit, cap. 9. (d) Véase el discurso preliminar de la Theodicea de Leibnitz la con– formidad de la fe con la razón. Este grande hombre compuso también un tratado en latín: Sacrosancta Trinitas per nova argumenta Logica de– fensa. El Sabio Tillotson decía que no temía la disputa con los Socinianos, y que se allanaba a que se defendiese la causa en el tribunal de la razón. En su sermón 2. sobre la divinidad de Jesucristo. (e) Aunque la acción se le encargue al predicador, no ha de ser esta tan afectada que los fieles conozcan no ser obra de la convicción interior, de su espíritu; sino del frío método y estudio. En el Tratado de la acción
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