Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 175 salza el sacrificio, que por la profesión religiosa ofrece la ino– cente Virgen a quién se anima y alienta para que consuma el ho– locausto? ¡Qué oportuno verdadero y enérgico retorno a todos los fieles sobre sus principales deberes, que contraídos por el Bautismo los obliga y sujeta a el desprendimiento de las riquezas, a el enfreno del amor propio, y a la¡ huida y abandono de los placeres! ¿Podrá el poderoso a vista de la unción y sensibilidad con que se le pintan las miserias, y se recuerda el generoso des– pego de los primeros fieles, y de esas elevadas almas que pueblan los claustros, podrá dejar de enternecerse en su prosperidad: de conmoverse a la imitación, y confesando que el mejor uso de los bienes es emplearlos en enjugar las lágrimas del que sufre, no cambiará por sus socorros las amargas que derrama la indigencia en las dulces y consolantes que corren del reconocimiento? ¿No logrará se retracten, por los alivios que proporciona su humani– dad, esas. quejas que e1 miserable dirigía a el cielo, haciéndole cargo de la dureza y rigor con que lo trataba? ¿No conocerá el orgulloso que el origen de los mayores disgustos es el soberbio y altivo amor propio: que el triunfo de la humildad sobre él es el heroísmo de la virtud, y el más justo uso de la razón? ¿El sensual no se rendirá a declarar que esos impuros placeres con que el mundo lo embriaga y alucina, envuelven en sí el castigo y la pena, y que un cristiano que lleva en este nombre (h) la divisa y distin– tivo de la pureza e integridad, no debe buscarlos sino en la me– ditación del soberano bien, y en la noble esperanza de los siglos eternos? Estas felices reflexiones que excita la lectura de la obra, a un mismo tiempo prueban los particulares talentos del orador, y aseguran la estimación que tiene establecida. El público le dis– tinguía en el corto número dei aquellos raros hombres, que in– térpretes del dolor y la pena han llegado a tocar el punto difícil de aplaudir a los muertos instruyendo a los vivos. El fúnebre elo– gio de un digno prelado (i), cuya memoria me será siempre ama– ble, y a quien con entera justicia pueden aplicársele los colores, con que en un rapto de vanidad, tan frecuente en los sabios, se (g) Véanse los consejos de la amistad, y la carta moral sobre el em– pleo de las riquezas, entre las obras de Waurbutbn. (h) Christianum castitatis, et integratis nomen est. D. August, in Joan, cap. 70. (i) Mi maestro el ilustrísimo señor Doctor Don Agustín de Gorrichá– tegui, dignísimo obispo de la santa Iglesia del Cuzco.
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