Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

188 MIGUEL MATICORENA ESTRADA y, agrado para el empleo que sirve; fue aquí comerciante y por esta calidad, cónsul y después diputado del comercio, para ajus– tar con la real hacienda el cabezón de alcabalas de reventas. Por el mal servicio que tenía esta aduana le nombré yo ad– ministrador según tengo informado a su majestad, en carta nú– mero 162 cuya elección fue aquí muy aplaudida y de estas cali– dades sacará vuestra excelencia que aquellas palabras "empleado infiel y culpable, prevaricador de su destino", están señalándole como con el dedo y haciendo una negra injusticia a su honrada conducta, como lo manifestaré despues, demostrando ahora que éste es un papel seductivo y feroz, no sólo por lo apuntado, que es harto terrible, sino por lo que iré apuntando. Sobre este folio pone una nota el orador en que habla a voz expresa de mí y soy tan poco confiado de su alabanza, por el modo y los sentidos en que puede usar del dicho Veleyo Patérculo (fuera de mi desproporción con el personaje de que habló éste), que jamás se la agradeceré, ni sospecharé que logre poner de su voto, no siendo bueno, a todos los que le oigan, le lean y me conozcan. He procurado traer siempre en buen significado mi conducta y así me cogen tan frío las inversiones del sentido que tengan las palabras que cita, que si tienen otro que el natural no me comprenden; y tomadas en su letra pura me hace mucho más honor que el que deseo que me haga, y por esto opino que no habló de mí en el pasaje que cita de las Cartas persianas en su nota 27 y que si habló fue contradiciéndose en ésta. Desahogado el encono concebido erróneamente contra el que llama culpable prevaricador de su destino como si estas tres vo– ces significasen en el caso lo que quiere el papel que signifiquen, suplico a vuestra excelencia que volviendo a la primera cita, que es el folio 70, repare lo que trae allí sobre las declaraciones ju– radas que se suelen pedir en las aduanas para hacer más raros los fraudes. Yo y todos deseáramos que la fe del hombre o del traficante estuviera tan sin ejemplos de falsedad que no hubiese entre los racionales esta cautela de poner el juramento para afian– zar lo que se procura que se asegure y haga, por los muchos su– cesos en que hemos sido engañados . Las leyes previenen su uso en las circunstancias que lo exigen: todas las aduanas del mundo ordenan lo propio y no sé por qué este orador nos dice que ya con su hér oe, esto es el virrey, "el negociante corre gozoso al puerto, se aparta de los suyos, desplega las velas, expone al in– constante océano su salud, su vida y su fortuna porque lo alienta

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