Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

192 MIGUEL MATICORENA ESTRADA se levanta el grito porque se contiene según las estrechas órde– nes que hay del rey para ello. Nada o muy poco de esto se oiría, si el mando principal no permitiese estas censuras o estas murmuraciones con la franqueza .que se usan aquí; ni se atrevería el orador a sentar la cláusula de que, puesto este virrey sobre su dosel, no desmayará el comercio estancado por los fingidos estorbos y embarazos de un empleado infiel, que culpable prevaricador de su destino, detiene e impide por capricho o sórdido interés la concurrencia del efecto y mer– cancía. Lo contrario parece que queda convencido y lo será mas en cuanto a la concurrencia del comercio al ver que esta aduana, sin añadir otra cosa que economía, igualdad, desinterés y rectitud con todo haber sido años en que no han llegado embarcaciones de esa península en el anterior y éste, se halla su valor mensual regular por cincuenta mil pesos, que supone un giro muy grande. Válgame Dios ¡cómo se habla cuando es llevado el entusias– mo sin principios o cuando se quiere destruir con malicia el or– den y lo justo! pero me consuela., que las acreditadas luces de nuestro alto ministerio y la sabiduría del supremo Consejo de Indias, a quien deseo que oiga su majestad no están fáciles a sor– prenderse de los insultos que se hacen a la verdad y a la inocen– cia, en este caso. Las formalidades de los giros no son estorbos de ellos; las guías, los despachos y los registros, con que camina todo lo comerciable por 'mar y tierra no son embarazos sino re– glas para cautelar las cobranzas 1 de¡ los derechos a la corona y rectificar el comercio de la nación; estos derechos no hacen un interés sórdido sino un interés atendible, útil y venerable por los fines de su aplicación que eS( conocida a todos y más hoy que nunca. Al ver este modo de explicarse en un doctor en leyes de la Universidad de san Marcos del Perú, en un catedrático de Vís– peras y en un fiscal protector interino de indios, del distrito de esta real Audiencia de Lima, no puedo contener mis amarguras, ni dejar de extrañar que use tan mal del idioma de la verdad y de su carácter, blasfemando contra lo que no debe ni puede, ni admite necesidad en aquel sitio, si no intenta seducir a su perso– naje y a la multitud de los que le oyeron, para que éstos hagan lo propio y aquél empiece a entristecerse y poner en movimiento sus deseos de remediar las rémoras, las trabas, los grillos, las cadenas y las pesadumbres o pensiones que no hay, y se dice que tolera el giro del r eino contra la voluntad de su augusto y amable

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