Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 193 soberano. El imparcial lo ha de juzgar todo, y satisfecho de esta esperanza, voy prosiguiendo.· Bien deseara no continuar mis reflexiones sobre las dos enun– ciadas citas, pero la necesidad y la defensa de una justa causa me lo exigen, para demostrar que esta oración y todos los de la Cábala de este descarriado maldiciente, han imbuido al virrey en una doctrina tan desunida de la verdad y de la protección de los derechos de la corona; deseo que se traiga vuestra excelencia a su vista la copia de la carta que escribió al reverendo obispo del Cuzco sobre parlamentos con los indios y ofertas de casti– gar a los recaudadores de rentas o imponedores de pensiones, la cual hallará vuestra excelencia en la mía número 326 ya citada. La prueba de esta' seducción y su ejercicio tomado incauta– mente sin autoridad y sin examen, lo tiene vuestra excelencia allí y en las cláusulas de este propio folio 72; óigalas vuestra exce– lencia dice así: "Temblarán esos criminales subalternos: pues el delito, el vicio y desarreglo no encontrará protección que ]e en– soberbezca, ni impunidad que lo disimule". No puede estar más clara la lección, inspiración o seducción, si más pronto el ejercicio de ella: véanse sus datas y permítaseme decir que cuanto hace y obra el virrey va por estas arriesgadas doctrinas. Lo ·diré en menos palabras: por este doctor y cuantos se conocen aquí que piensan como él, cuya estirpe de libertades conviene enmendar con la dulzura y misericordia que quiero les predique lo tarde que toman la enmienda y lo mal que dedican el tiempo en leer las obras seductivas y peor usadas que traen entre manos, sin respeto al tribunal que tiene proscriptas algu– nas de las que se usan para apoyar este papel. ¿Es posible que así se predique en un teatro público contra los ministros del rey, o contra los, recaudadores y custodios de los derechos de la corona? ¿Si hay alguna falta, descuido o defecto en ellos, no sería mejor avisarlo en secreto para que no se escan– dalizase y se hiciese ingrato su nombre?; en una palabra, ¿no sería mejor reprenderlos con el orden de la caridad, que no blasfemar– los de este modo para que los blasfeme también el pueblo y se levante contra los que recaudan y custodian el caudal del estado? Sí, sería mejor, pero no se quiere así: se desprecia la recomenda– ción con que quiere la ley se trate: esto es, como criados de su majestad, y se ·maldice contra el que solicita hacer mµdar este estilo y que todos sirvamos respectivamente al soberano y a la nación, de forma que este papel hace más bien el retrato de la insolencia, que la pintura de los pueblos que aman y veneran a su

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