Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 195 El documento número 3 lo es de una información recibida a principios del año presente por mi subdelegado general don José Ramos de Figueroa a pedimento del mismo administrador, diri· gida ·a manifestar el modo con que lleva su despacho y las gra· cias que ha · hecho con su dinero a muchos particulares vecinos de esta ciudad, para no molestarlos o para darles idea de la rec· · titud con que allí se procede: Por este documento verá vuestra excelencia que pagó o puso voluntaria y liberalmente de su bol· sillo 700 pesos en la tesorería de la misma Aduana, los cuales debían haber pagado los introductores, y no obstante que esto es aquí público, se atreve el orador a decir, y permitírsele que diga, que este administrador detiene e impide por sórdido interés la concurrencia del comercio a esta ciudad, juzgo que no se puede dar prueba más evidente de lo contrario y con todo, se habla y se consiente por este gobierno que se estampen las falsedades por verdad; y que ésta viva mártir y huida del descaro y del liberti· naje; y esto se permite después de recibida esta información que fue aquí pública, y su estado de dispensa de derechos repartido a todos los seducidos para que mejorasen de dictamen en un tiem· po que porque llegó a esta ciudad un pliego de prevención sobre que podían insultarnos enemigos, se creyó y oyó por el mismo vi– rrey que era para quitar aduanas, llevar al visitador en partida de registro, por quedar vuestra excelencia arrestado con otras mil bachillerías que enloquecieron de una vez a estas gentes a ciencia y paciencia del virrey, cuya omisión no sé a qué achacar y si lo sé, no es necesario decirla cuando ella está tan clara. Este documento y el que le sigue con el número 4, que es la representación con que acompañó Arrese a esta Superintendencia general los documentos que expresa, confirman muchas cosas; prueban el desinterés de Arrese; prueban su rectitud y prueban su pronto despacho; pues por no detener el de algunos que se quejan de todo ha tenido que satisfacer, sin decirles nada, lo que ellos deberían pagar o reintegrar, sabiendo que se les expedía sus efectos, añadiéndoles que ya estaba satisfecho el almojarifazgo en unos, y la alcabala en otros. Esta indolencia de parte de los agraciados y esta execrable acción de malquistar a las oficinas de real hacienda, y a sus minis· tros, quejándose tan sin causa, no es, tan ciertamente con aque– llas· palabras. El americano ama a su rey, paga con gusto lo que le debe y está pronto a sostener su autoridad y defensa contra sus enemigos. Este amor, este gusto y esta prontitud, si existen, no son ge·
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx