Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

196 MIGUEL MATICORENA ESTRADA nerales, pero lo fueran si se pensase de otro modo, porque el alma en todos los hombres conserva inclinación y deseo de lo justo y de lo bueno, y es muy fácil traerla en esta clase de acciones a lo más heroico. Sin rentas no hay erario, sin oficinas y recaudado– res no habría cobranza de ella; y sin todo esto estaría el rey a la merced de sus vasallos, cuando lo contrario es lo justo y lo más racional. Para dar otra prueba a su excelencia del espíritu de bondad disimulada y paciente con que lleva el mismo administrador de la aduana su cargo y para que también vea lo poco que se entiende aquí, por los del número de los más avisados, el servicio de esta oficina y las de su clase, incluyo a vuestra excelencia el docu– mento número 5, que empieza con una carta atrevida que puso un Regidor de esta ciudad, un catedrático también en leyes, al mismo administrador que es justo se la haga leer vuestra exce– lencia; en sus expresiones no puede haber más ardor, dice: Que no se extraña que se sienta el público de su despacho, con otras mil desvergüenzas que conviene registrarse en su copia fiel y tras– ladándose vuestra excelencia a oir la contestación de Arrese, verá el paso juicioso, blando y suave con que le responde, enseñándole lo que ignoraba y la indiscreta libertad con que le censura, por el modo con que despachó la guía que hizo el asunto de estos papeles. Después de haber dado este paso de prudencia y blandura, el administrador para sacar al abogado, doctor y catedrático de sus errores, me incluyó su carta y respuesta, siguiendo la propia moderación y presumo que, vistos por vuestra excelencia y quién sepa pintar lo que sufrimos, hallará muchos convencimientos del lamentable estado en que está aquí el servicio del rey. Yo reprendí al abogado, también con blandura, porque de lo contrario fuera todo perdido. Si esto hacen, piensan y escriben los letrados, los instruidos o los que deben estar y no lo están, ¿qué esperamos señor de sus bocas sino blasfemias? Dios ilumine al rey y a vuestra excelencia para tomar los medios para acallarlos, y atraerlos a la línea de su veneración que es lo único que pido, pues esta carta no lleva otro fin, dejándome el corazón más herido de piedad y misericordia que de enojo o venganza, porque le quiero tener muy separado de estos achaques, deseando sólo la enmienda de los que son causa de presentarle yo a vuestra excelencia unos retratos tan desagradables y feos de la doctrina que se da aquí a los inadver– tidos, para que aborrezcan lo que sólo aborrecen y censuran por

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