Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 211 grandes generalas a los oficiales, siendo así que ni los navíos lle– vaban un cañón, ni había allí enemigos, ni era posible que los hu– biese. Si vuestra señoría quisiese tomar luz del desorden con que se concedieron y manejaron estas expediciones, y los perjuicios que, con ·el viaje del Aguila ha recibido la real Hacienda, podrán pedir los expedientes e incluyo copia de la real orden relativa al Zapayo y Favorita número 6. (Cap. 96) .-Con todo, el clamor seguía. Desde Chile, desde Buenos Aires, se esperaba la vuelta del señor Guirior ya que, se decía, que el rey había muerto; que al señor Ministro lo habían puesto preso de resultas de estos alborotos, y otros delirios seme– jantes que se apoyaban con ejemplos igualmente disparatados; y entre ellos se hacía valer como decisiva la nota de una Gaceta de Madrid, en el capítulo de Londres, en que hablando el ex Jesuita y levantamientos, se decía no haberse puesto aduanas, ni nuevos derechos. (Cap. 97). -Estas cantinelas con más o menos fervor duran hasta ahora. El Padre Landaeta escribe desde Chuquisaca que el señor Guirior había recibido carta del príncipe nuestro señor llena de satisfacciones y de deseos de verlo. Que el señor Obispo de Arequipa le trajo pliegos del ministerio asegurándole, el señor Ministro, que ya estaba desengañado de las calumnias con que lo .habían sindicado. Por otras partes, afirman que, a vuestra señoría, le ha venido la información que, fingen recibir, para hacerle ver al rey que el señor virrey estaba loco. Y, don Juan Gómez, le ha asegurado al catedrático de Matemáticas don Cosme Bueno que en ella estaba su firma y que ahora vería cómo probar la verdad de lo que dijo. (Cap. 98). -Si todas estas malas resultas de la f"cilidad en hablar fuesen en un tiempo de paz interior y exterior, serían me– nos perjudiciales, pero en las circunstancias de una guerra tan activa como la que tenemos, de un levantamiento cuasi general de indios, han sido infinitamente perjudiciales. Ellas me han obli– gado a pasar todas las revistas, en cuyos primeros pasos se iban descubriendo usurpaciones enormes, me han impedido reformar las ordenanzas de plateros y establecer el quinto, me han obligado a sobrellevar la paga del encabezamiento de hacendados, sin embar– go de haberlo transigido en diez mil pesos cada año, que fue lo mismo que pidieron, siendo así, que el del señor Amat era de 14 mil, cuando el alcabala corría al cuatro por ciento y regulada al seis debía ascender a 21 mil pesos; y después de todo aún no se ha cobrado.
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