Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
212 MIGUEL MATICORENA ESTRADA Me han obligado a condescender (con la interposición del señor virrey actual) para que los trigos de Chile no paguen un real de derechos; me han atado las manos para no arreglar las aduanas y alcabalatorios de fuera de la capital, especialmente el de Arequipa que está sobre su palabra. Han 'echado por tierra el plan que tenía formado para el arreglo de los cabildos de las ciudades y el buen régimen, corrección de ordenanzas, y arreglo del comercio, y tribunal del Consulado; para la reforma de las ordenanzas de minas y medios de prosperadas. Finalmente para otros mil objetos que, si no me engaño, se hubieran podido llevar a debido efecto' en bien y provecho de este mismo reino' a quien se le ha enseñado a desconfiar de su rey y sus ministros. (Cap. 99) .-No culpo, vuelvo a decir al pueblo, es incauto como todos, se deja sorprender muchas veces por lo más increí– ble. El rey es su padre, es su tutor, es su consejero. Conozco, con dolor de mi corazón, que debe corregirle pero, del modo que con– viene a aquellos títulos. Por su temperamento es dócil y propor– cionado a ser conducido, más que con el rigor, con los buenos ejemplos. El principal: la obediencia y confianza en su soberano, y el desinterés en sus ministros superiores. Este ha sido siempre mi dictamen. Así lo tengo informado a su majestad y no me lo han hecho mudar ni las contradicciones, ni las calumnias, ni los levantamientos. Sé la ternura de su santo y piadoso corazón. Con ella deseo que temple la severidad de su justicia y que vea sus vasallos delincuentes como hijos descarriados, a quienes el castigo no les sirva sino de volver a entrar en las sendas de la verdad, con gusto y con arrepentimiento, bien conducidos y gobernados. Así creo yo, sí me es lícito dar este dictamen, deben ser mirados estos vasallos e igualmente la causa del señor Guirior . . . .Esta [la adulación] la recibíá con gusto, y con aplauso la murmuración de las leyes de Castilla y celebridad de las de Na– varra; el que llamase a los castellanos unos sucios; a los andalu– ces unos traidores y otros semejantes epítetos a las demás pro.. vincias, que hablase del Consejo de Indias con el último desprecio, siempre que le desaprobaba alguna resolución; que hiciese de los golillas ludibrio y mofa. Todo esto se le celebraba como gra– cia y se le repetía como axioma ¡Ojalá hubiese pasado aquí y no hubiese tenido la debilidad de exagerar la fuerza y poder de los ingleses! Esta falta de reflexión ha dejado muy malas impresiones y pudiera haber sido muy perjudicial en las actuales circunstan– cias. Cap. 102).- [No todos son partidarios de Guirior] al me-
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