Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 225 doctores enfermos, de modo que asegurase sus sufragios y de preferir para todos los actos previos y subsecuentes un individuo de su confianza que ejerciese las funciones de secretario. Este fue el plan de la obra y no puede trasladarse al papel sin pudor y sentimiento la exactitud con que fue desem~ñada. Tuvo por auxiliar al doctor don Pablo de Laurnaga, prebendado de esta santa Iglesia y rector del colegio Seminario de santo To· ribio. Este eclesiástico de acuerdo con el señor don José Cabe· za Enríquez, alcalde de Corte de esta real Audiencia, extendió con recato misteri0so y preventivo la especie del interés que en obse· quio del doctor Villalta tenía el ilustrísimo señor arzobispo, y aun- que haciendo justicia a su mérito, muchos dudaron del suceso, no fueron pocos los que se dejaron seducir por la inverosimilitud de que se tomase en boca tan respetable nombre. Con este principio de temor y sorpresa no sólo los doctores eclesiásticos sino los que dirigen sus pasos a los destinos de la Igle· sia tuvieron coartada_la libertad tan religiosamente prevenida por derecho, que según se explican los autores es no sólo el miedo re· verencial, sino la sospecha o presunción; aunque actualmente no se infiera el daño, las excluyen y hacen nulas las elecciones para que debe ser suma absoluta y rota, semejante a la que se requie· re para el matrimonio. Turbados así los ánimos, era muy poco lo que necesitaba pa– ra que muchos de los vocales procurasen ponerse a cubierto y cómplacer a personas tan autorizadas. Sin embargo, como la in· clinación y concepto de los maestros y doctores lisonjeaban mis esperanzas, como lo hostil de la oposición ponía en recelo a mis rivales, como el extraviado destino de la carrera literaria del doc· tor don José Miguel contraído a manejar una hacienda, ser arrendatario de otra y administrador de la de santa Beatriz no haciendo consonancia con mis aplicaciones, y desempeños lite· rarios persuadía que por cabeza de una escuela de sabios había de preferirse un profesor literato; y como en fin a nadie se ocul· taba el origen de tan descompaginado empeño reducido a que el sindicato sobre la administración de las rentas de la academia no pasase por manos que no fuesen las de los parciales del ex· rector, necesitaban doblar los esfuerzos y ocurrir a todo trance a los arbitrios más extraordinarios e ilegales. En efecto vio vetada su autoridad y poder el provisor y vica~ río general doctor don Francisco Santiago de la Concha, tío car~ nal del doctor Villalta. Este eclesiástico era por entonces gober-

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