Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

238 MIGUEL MATICORENA ESTRADA Sólo ellas, parece, excitaron al R.P.M. Fr. Juan Prudencia de Osario a la crítica de la primera disertación . con el pretexto del supuesto agravio hecho ~ su sagrada orden; pues no advir– tiendo que el juicioso silencio de tanto sabio religioso que la ilustra, convencía no era injuria al príncipe de la escolástica ase– gurar haber sido opuesto a la piadosa sentencia de la Concepción en 'gracia, esgrime la espada como el héroe de la Fábula, contra monstruos que sólo le realizan su imaginación. Contento con la aprobación de los verdaderos conocedores (3), podía el D. Castro ver sin fatiga los inútiles esfuerzos con que sus enemigos le disputan el honroso lugar que le afianzan sus luces, conocimientos, e instrucción; siendo el común destino de las letras graduar la estimación de que uno es digno, por el nú– mero de rivales que le asaltan, a oposición del regular trato de la vida, en que la fortuna es la regla fija (4) que nivela, y aumenta los aliados y amigos. Pero esa conducta tiene también sus riesgos; es fomentar en la ignorancia la errada máxima, de que se le admira porque no se le contradice; que la apacible tranquilidad de que goza no es efec– to del desprecio, sino del temor y recelo, obligándola así a que aplauda por obra del talento, lo que es sólo prestigio de su necia vanidad. Si este poderoso motivo violentaba a no dejar sin respuesta a la Verdad vindicada, los que se describen en la introducción (5) de la obra convencen la justicia con que el D. Castro emprende su defensa; pues, como aconseja Séneca, se debe tener indulgen– cia para los defectos comunes del espíritu, y no tolerarse sus monstruosidades: multa donaJnda ingeniis puto: sed donanda vitia, non portenta. Mas persuadido también de que el orgullo es el patrimonio (3) Laudat, amat, cantal nostras, mea Roma, libellos: Meque sinus onmis, me manus omnis habet. Ecce rubet quidam, pallet, stupet, oscilat, odit. Hoc volo: nunc nobis carmina nostra placent. Marcial L. 6. Epig. 61. (4) Discurso del Conde de Cornullier a la Academia de Angers. (5) El D. Castro adoptando la reflexión que hace Rousset en el pre– facio de la obra, que publicó en 1728, ha tomado sus precauciones contra el cuidado que algunos tienen de ahorrarse el trabajo de leer los prefa– cios; porque usa del artificio de empezar la obra de manera, que lo que pudiera ser prefacio o introducción lo hace parte del asunto, para empeñar as~, sin que se advierta al lector de lo que quería decir, y deseaba se leyese.

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