Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 239 de las almas bajas, se abstiene de aquel tono dogmático y decisivo que haría aborrecer a la verdad. Descubre el· error, pero sin mos– trar indignación, ni sorpresa; y conociendo que los mismos fal– sos y aventurados conatos de la Verdad vindicada, estampados en una obra (6) de estos últimos años, .merecieron el desprecio de la Europa sabia, usa de aquellas inocentes sales (7), siempre permi– tidas, aun en las materias más graves, y autorizadas con el ejem– plo del gran Basilio, como ·en su _panegírico lo recuerda el Na– ·zianceno; y nunca más acertadas que a vista del cruel puñaf con que su rival lo insulta: Innocuos permite sales; cur ladere nobis Non liceat, licuit si jugulare (8) tibi? · No dudamos, pues, que el R.P. Osario elija el partido seguro de confesar, aunque sea con el silencio, su mala causa, y ceder la (9) palma a su contrario. Más honroso le sería declararse ven– cido, y que el verdadero amor a las virtudes, que profesa, triun– fase del fervor por las aparentes glorias de su orden; motivo que lo transportó hasta foFmar la impugnación. Ya lo considera– mos aquietado, y lejos de pintar al D. Castro con los colores de que usa en su Verdad vindicada, separándose del partido enemigo, lo justificará con las mismas palabras, con que uno de los prime– ros padres de la iglesia recordaba dignamente la memoria del gran Orígenes: Porro hoc sudare quid accepit pretii? Damnatur... non propter Dogmatum novitatem, non propter haeresim, ut nunc (6) Ensayo sobre la historia de la provincia de Picardía. Su Autor M. Verité, a la pág. 353 dice: Los dominicanos pretendían que la Virgen no ha podido ser infeccionada del pecado original. Los franciscanos sos– tenían con finne za la proposición contraria. Quien en nuestra América piensa con igual novedad, debe ocupar el lugar en que coloca a M. Verité el inexorable Autor del año literario: año de 1770. T. 8. pág. 265. (7) Con ironía y jocosidad suele c9rrer su pluma, como está de ma· nifiesto, principalmente en la pág. 79, cuando dice: que con imprudencia se dejó llevar del dictamen de Cicerón, sin advertir que Tulio no habló en términos de disertaciones teológicas, y como ~i pudiera ser de conside– ración esta materialidad, o como si la primera disertación fuese el Sto. Evangelio, confiesa que se engañó, y conviene en que se borren los dos chistes del energúmeno, y del P. Cándido, M. del Sacro Palacio. Pero él alega solidísimas razones, y con un soplo desvanece la débil criminación que le hace la Verdad vindicada. (8) Marcial L. l. Epig. 99. (9) lnfelix! que tanta animum dementia cepit? Non vires alias, conversaque numina sentis? Cede Deo ... . . . palmam Entello taurumque relinquunt. Virg. Aeneid. L. V . n . 465.

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