Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
280 MIGUEL MATICORENA ESTRADA Su objeto es convencer a vuestra excelencia las nulidades que contiene el decreto expedido a la recusación que interpuse del señor Asesor de vuestra excelencia, el señor don José de la Portilla, en que se declara no ser admisible ese legal recurso que las leyes franquean sin excepción alguna, se descubren a la me· nor reflexión que se forma sobre el expediente el claro olvido y atropellamiento con que, para estamparla, se desatendió la real cédula de 22 de diciembre de 1753; me era una prueba segura que en representarlo de antemano sólo lograría añadir nuevas vejaciones y ultrajes a los que se han inferido a mi persona y familia. Suspenda vuestra excelencia, por un momento, la atención que le merecen las demás ocupaciones de su superior dignidad, y dedíquela a la lectura del recurso, pues ninguna es más impor– tante, que disipar la espesa niebla que oculta y encubre a su jus– tificación el conocimiento de la verdad: ella persuadirá a vues– tra excelencia que decretar prisión y presidio del Callao, en las estrechas circunstancias en que me hallaba de prevenir y dispo– ner mi viaje a España no era providencia que llevase señal algu- na de justicia y equídad; era sí un incontestable testimonio que me anunciaba la más completa opresión si me alentaba a reda· mar el favor y amparo de las leyes. Yo suprimí pues, la presentación del escrito que paso ahora a manos de vuestra excelencia, no ignorando que, las nulidades que resultan de falta de jurisdicción, como debe conceptuarse la presente por expedirse con asesor inhabilitado en expresa real orden de su majestad, son perpetuas; y aunque así no se creyese de cualquiera calidad que sea, admite el término de 60 días para su reclamación. No la hago por principio de encono contra el señor don José; la ejecuto para dar a vuestra excelencia una clara prueba que afiance más la solidez de mi primera queja, si · después de inter– puesta aquélla, aun con el justo recelo de que puesto a los pies de su mafestad y con los testimonios que he podido a fuerza de legales arbitrios procurarme, por no haber condescendido vues– tra excelencia en franqueármelos como repetidas veces lo he pe– dido, se me ultraja, vilipendia y denigra tan al descubierto la jus~ ticia, que no se me habrá ejecutado cuando confinado en estas dis– tancias no se creía poder llegar mis clamores al trono, sino man– chados con el negro tinte con que la producían mis enemigos. Mi moderación me hace suprimir el fácil cotejo que podía
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