Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 297 justicia con que se haya concebido el auto de 5 de marzo, me exi– me de hacer más difusa apología y, aunque antes gradúa en el mismo oficio, por providencia destituida de justicia y equidad Ja de mandarle que se presentase dentro de tercero día en El Ca– llao, es digno de advertirse que, habiendo vuestra excelencia de– cretado su arresto, en virtud de las -reales órdenes referidas con que se hallaba para la remisión de los Ugartes a España, en 13 de noviembre de 1786, y puestos en libertad a pocos días, a don An– tonio bajo la calidad de elegir buque en que se verificase su em– barque, cuya obligación aceptó ofreciendo su puntual y sumiso cumplimiento, no parecía justo que, abusando de la piedad .de vuestra excelencia, se atreviese en un recurso tan descomedido a urgir a vuestra excelencia para que le manifestase las órdenes con que le despachaba censurando, al mismo tiempo, con desacato, todas sus providencias sin que experimentase alguna demostra– ción de su desagrado; y a la verdad, no pudo ser más benigna que la de restituirle al mismo arresto de que había sido librado provisionalmente, según consta del expediente respectivo de que se tiene dada cuenta a su majestad. Pero, todavía convencen hasta el último grado de evidencia la sinrazón de su queja, las posteriores actuaciones de este expe· diente habiéndose denegado vuestra excelencia la reforma que so· licitó del auto en la parte en que se le mandaba se presentase en El Callao, luego que hizo constar haberlo verificado le puso vues– tra excelencia inmediatamente en libertad, por · decreto del 15 de marzo, concediéndole el término de ocho días que pidió para dis– ponerse, el que se fue prorrogando, hasta la salida del navío, a los respectivos pedimentos que presentó en el tiempo intermedio. ¿Se conceptuará este sistema de opresión y violencia? ¿merecía esta horrible imputación el influjo que pudo tener mi dictamen en la benignidad de vuestra excelencia para facilitarle su alivio? No es, esta ingratitud, capaz de hacer concebir ideas poco ventajosas de quién no sólo olvida los beneficios sino los _reprocha y . se sir– ve de ellos para instrumento de la calumnia. No quiero insistir más sobre este desagradable punto que hace ver el tirano impe– rio que ejercen las pasiones de un corazón preocupado. La 2~ proposición contiene dos imposturas manifiestas pues, rn es cierto que la real Audiencia me revocó varias providencias expedidas por mí en asuntos suyos (circunstancia que importa– ría poco sino se tuviesen expedidas en virtud del sistema que pre– tende haberse adoptado) ni pudieron (que es lo que me parece
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