Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 301 celencia lo había ya reconocido en dicha copia. Mas sin embar– go, como el espíritu del mencionado don Antonio es tan inquieto, y la pluma de su Director· el doctor don José Baquíjano, tan moP– daz, nada les acomoda que no sea adaptable a sus ideas desaho· gando, ya que no pueden de otra forma, sus resentimientos con presentar escritos o fibelos· audaces· contra los jueces que aseso– ran en sus causas., Aunque para comprobar plenamente esta verdad no se necer sita de más documento que el citado con el ne:> 587, me veo preci– sado a dirigir a vuestra excelencia la adjunta copia que lo es del escrito y carta que desde a bordo me remitió dicho Ugarte, y de la representación que en su consecuencia me ha pasado el alcalde de corte don José Rezábal y Ugarte. Este ministro, cuya justifi– cación y fina literatura es bien notoria, se queja y con sobrado fundamento no sólo del mencionado Ugarte, sino de su director el doctor Baquíjano; y a la verdad, que sólo este individuo es ca– paz de· haber formado semejantes escritos. En ellos sólo se toma la causa de recusación para poder, ba– jo de este pretexto, sindicar las providencias de este superior go– bierno suponiéndolas injustas e ilegales por decir son libradas c0n dictamen de unos ministros que, haciendo de Asesores en ellas, sólo llevan por objeto la opresión de los Ugartes. Ignoro cuál sea ésta, y sólo sé que, la suavidad y conmiseración con que se les ha tratad-0, es la causa de que· haya llegado a tal extremo su osadía y atrevimiento. El hecho de haber aguardado para remitirme este segundo escrito el tiempo mismo en que se hacía a la vela el buque que le conducía para el puerto de Cádiz, manifiesta evidentemente el espíritu de odio y rencor con que se hallaba Ugarte y la atrevida y sangrienta pluma de su director, el doctor Baquíjano, según ex– presa el alcalde de Corte don José Rezábal y a la verdad, de qué Je serviría ya la recusación de estos ministros y pedir que se le presentasen las reales determinaciones mediante las cuales se le enviaba a esos reinos. ¿No era más fácil, acercándose al trono, exponer sus quejas y esperar de la clemencia del Soberano el re– sarcimiento de los daños y perjuicios que dice se le han irrogado, sin renovar instancias infructuosas en este gobierno sobre unos puntos tan repetidamente denegados? Qué mayor prueba. puede producirse para hacer evidente el torcido espíritu de Ugarte y que sus recursos no han llevado otro objeto que el de criticar las providencias de este gobierno, inju-
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