Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

306 MIGUEL MATICORENA ESTRADA vaden y lo asechan! La torpe y osada ambición, que emula sin proporciones al verdadero mérito: la pérfida envidia, que brota sin medida su fatal veneno; la cruel calumnia, que inventa los delitos, y la negra malignidad, que los crece y aumenta: tales son los fieros verdugos que asesinan el honor, y los astutos tiranos, que empleando mil artes de dañar, sacrifican sin recelo la reputa– ción ajena. Desde el momento en que el tiempo separado del seno inmóvil del eterno se incorpora al espacio, en que el Globo existe y se conmueve, sólo descubro en los anales inmensos de la historia, desgracias y riesgos: al divino Homero ciego y pobre, mendigando públicamente el pan necesario para su sustento; Só– crates el honor de la Grecia, entregado por sus émulos a una muer– te violenta; a Rogero Bacon Monge muy superior a su siglo, arras– trado a las prisiones, y cargado de cadenas; a .Pedro Ramos: el más sabio de su tiempo, calumniado, perseguido, asesinado con violencia. Pero qué mucho? Ateneo (3) me dice que los filósofos principian a odiarse luego que comienzan a conocerse; que el sa– bio, víctima de sus privilegios, es condenado a una superioridad de miserias, y que esa gloria brillante que lo halaga y alienta, cer– cada de fatigas y desconsuelos, huye de los vivos, y se acoge a la obscura sombra de los ilustres mausoleos. Tal es el triste asilo que les queda a; las letras. Corro con mano intrépida su espeso velo, oso interrumpir su tranquilo si– lencio, y en esa perspectiva delineada por el pensamiento, con– templo al hombre actual en el hombre futuro: distingo al tiempo, y la posteridad, esos dos monarcas, el uno de lo que pasa, el otro de lo que se espera; y encontrándolos en el terrible término de sus vastos imperios, veo al tiempo que depuesto su reino, des– deñando la vida rompe el cetro; descubro a la inmortalidad, que gustosa se apresura a coronar a el sabio, diciéndole: llega al eter– no templo del honor, escucha resonar tu nombre y tu memoria en– salzada por las aclamaciones, que le tributan el elogio, y respeto. Así hablaba la inmortalidad, e inflamado a su aspecto cedo (3) Si fijo la vista en los filósofos esta pura porción del género hu– mano., yo veré a Zenón insensible al dolor; pero no a las impresiones de la envidia, porque Epicuro tiene un mayor número de discípulos; yo veré a Aristóteles combatir con ingratitud los principios de Platón su maestro, y empeñarse en destruir la reputación del orador lsócrates; yo observaré en la vida del famoso Catón de Utica más de un rasgo de odio contra filósofos sus contemporáneos. Ver Discurso del Conde de Cornullier a la A.cademia de Angers.

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