Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 307 sin resistencia a la dulce y eficaz impresión de sus preceptos (4). El amor a la sabiduría se hizo la pasión dominante y favorecida desde mi tierna infancia, mi recreo los libros, los sabios mi em– beleso. Visto la decorosa beca del distinguido Colegio de San Martín; pero las estrechas relaciones con un prelado ilustre, que por entonces dirigía el real Seminario (y que colocado hoy en el lugar honroso a que conduce el .mérito, ve postrado a sus pies al inexorable destino vergonzoso y confundido de no haberlo li– bertado del com~n tributo que pagamos a la muerte), me atraen y fijan en su seno. Ya había tomado el gusto verdadero al idioma de las cien– cias; a ese idioma, que es en orden a la sabiduría lo que la luz respecto los colores, y en cuyo esplendor y magnificencia se re– trata la grandeza del romano imperio. Instruido digo por el año de 62 en los primores de la lengua de Augusto, menos por esas reglas comunes y didácticas, que bajo el yugo de una timidez su– persticiosa sacrifican la nobleza, energía, y facilidad a la rigurosa exactitud de la expresión y el método, que por la lectura de los autores más correctos en su estilo, y pensamientos, y la observan– cia de esos antiguos maestros a quienes su decidida superioridad ha merecido con justicia ser propuestos a toda la posteridad por modelos; principio la carrera penosa de las letras. El plan de mis estudios es sensato. La dialéctica que se me enseña no es una enredada combinación de términos, sino un arte seguro de pensar con acierto. La física a que se me dedica, no es la investigación de un mundo ideal, sino el atento examen de la naturaleza. La metafísica me da a conocer a el ente y sus diferencias. La ética me informa de las virtudes y los vicios sin fatigar con inútiles sutilezas a la mente . Enriquecido con esos conocimientos, una nueva serie de ob– jetos se ofrecen a mi indagación y desvelo. Mi genio se inclina con secreta propensión a las sagradas ciencias; el destino me conduce con peso irresistible a las profanas; y en este contraste de incli– nación y fuerza, el Derecho Civil, y Canónico presenta la unión feliz, que tranquiliza mi aplicación fluctuante. El uno me des– cubre las venerables determinaciones de la Iglesia, el otro las sa– bias leyes de ese admirable imperio, que por la sublimidad de süs preceptos ha conseguido dominar aun después de la ruina de (4) Et iam magna mei sub terras ibit imago. Virg. Aeneid. lib. 4. vers. 654.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx