Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 309 varias piezas de elocuencia, y por estas expensas, logran ser hoy mi gloria, y miembros de este sabio cuerpo. En fin me instruyo en la jurisprudencia práctica; y se me abren las respetables puer– tas del santuario de la justicia: se me admite a esa honrosa pro– fesión que a pesar de su exterior decadencia, es el noble órgano de la razón y la ley, y el ilustre cabildo, y recto Tribunal del co– mercio me eligen y nombran su asesor. Hado feliz, tú favoreces mis inclinaciones. Los conocimien– tos que he adquirido, no bastan a llenar el vacío de una alma inmensa, y me abres en ambos mundos ese gran libro, en que lea con perspicuidad los más ocultos e importantes secretos. Tú me conduces a diferentes países, restituyéndome con más propor– ciones para el útil servicio de la escuela; me necesitas a aban– donar el patrio suelo, en solicitud de esos descubrimientos, que si alguna vez fueron el fruto insípido de una penosa lectura, se en– cuentran mas perfectos, registrando los grandes espectáculos de la naturaleza, y los teatros decorosos del gobierno. Sí: me re– presento a Tales, corriendo la Asia, a Pitágoras visitando la India, a Platón registrando la Grecia, al célebre Quirini, transitando la Europa, y distinguiendo en ella a las gentes de verdadero mérito. Sus ejemplos excitan en mi corazón iguales deseos: ellos me animan a emprender ese nuevo método de estudios y sin que me retengan los dulces lazos de la familia y patria, sin que me em– baracen los crecidos gastos, ni horroricen los grandes peligros, me resuelvo a estas dilatadas y curiosas correrías, semejante a esas fuertes encinas que en profundas distancias buscan los surcos pro– pios, para su sustento. Mi sabio mentor es elevado a la mitra del Cuzco, y le acompaño en calidad de secretario de esa extendida diócesis. De allí vuelvo a seguir la riesgosa navegación, que me conduce a Europa, y llego a la floreciente corte del gran CARLOS TERCERO. Cuánta extensión recibió mi alma en esos varios, y laboriosos giros. Aquí observo la naturaleza en sí misma: veo di– versas plantas, y examino su propiedad y efectos; conozco nuevos animales, y me informo de su servicio, utilidad y provecho; des– cubro por mis ojos el origen de muchas fuentes; toco los prodigios del reino mineral, y el arte de extraer los preciosos metales con que la América enriquece a uno, y otro Hemisferio. Allá encuen– tro suspendido el curso de los colegios mayores, a donde mi apli– cación me llevaba por los nuevos planes, que sabiamente se for– maban entonces para la mejor enseñanza y aprovechamiento; mas 1 no por eso dejo de abrazar otros medios de aprender. Visito, y
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