Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

310 MIGUEL MATICORENA ESTRADA consulto a los hombres más sabios del reino, y · adquiero ·· luces de que carecía: el trato y comunicación con gentes de diferentes lenguas, genio, y policía, me instruye en los diversos idiomas, usos y costumbres de los países cultos; la aproximación al trono, a los hombres mas eminentes en la monarquía, por la elevación de su carácter, ciencia, y empleos, y a los ilustres enviados de otras potencias, me descubre el santuario de la justicia, las reglas del gobierno en todas las naciones, y el espíritu que rige a la nuestra, los ocultos resortes que mueven la máquina admirable del estado, los delicados límites del sacerdocio, y el imperio, los derechos del soberano, y vasallo, de la paz, y la guerra, la utilidad de la agri· cultura, y las provechosas ventajas del comercio, y todo d.a a mi espíritu elevación bastante para presentarse con distinción en las más respetables y augustas asambleas, para pensar con vuelo en las materias que ocurren y se ofrecen: para resolver con ma– durez, con ley, y con ejemplo, y proferir con sinc~ridad m( sentir y concepto. Así logro ser oído con agrado, y merecen tal aceptación mi? discursos, y algunas piezas de literatura que sobr~ diferentes puri.– tos trabajo, y extiendo; que se me franquean las más honoríficas togas en las audiencias de Barcelona y Valencia. La cámara de In– dias me sufraga para la de Charcas y no me olvida en consulta que hace para la sala del crimen de esta audiencia. El Justificado ministro que despachaba, anterior a et pasado, los (7) asuntos det reino, indaga mis inclinaciones sobre igual colocación en la dé Quito;i pero la sabiduría ocupa mi alma, y los cargos de honor no me merecen un deseo. Mi corazón no puede desprenderse de las ciencias, trocándolas por la fortuna y los empleos. El designio de mi viaje fue enriquecerme en luces; en efecto aumento mis co– nocimientos, mis votos son cumplidos, soy contento, olvido aque– Has gracias, y vuelvo a fecundan el patrio suelo. Bien conocisteis esos frutos de mi aplicación, sublimes ge– nios a cuyas manos estaban confiadas en aquella época dichosa las riendas del gobierno del reino, y la dirección de la academia, cuando a porfía os apresurais en emplear mi talento. No hablo de los informes que con frecuencia se me encomiendan, las con– tinuas consultas, las secretas asesorías, la revisión de las mejores obras que en estos tiempos salieron de las prensas; sí del orden que me precisa a la Protecc~ón General de los naturales de este (7) El Excmo. Señor D. Frey Julián de Arriaga.

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