Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

312 MIGUEL MATICORENA ESTRADA lla emoción natural que no reprueba la justicia. ¡Qué honor para mi Consulado, decía con Cicerón (10), si él fuese la feliz época en que viese Roma desaparecer los cadalsos y cruces que forman de nuestras plazas teatros horribles de mortandad y miseria! Pe– ro la razón, la ley, el bien; común, los sagrados deberes de ese Ministerio, y el remordimiento que la naturaleza tiene por Ver– dugo cruel de quien la ultraja, la desprecia, y ofende, vienen a mi socorro, y me dedico a un despacho pronto que aumente la uti– lidad del castigo, impidiendo se debilite en la demora la primera indignación que acaloró el delito, y causó el delincuente. Tal es el uso que he hecho de mis conocimientos para el bien del Estado. Mas la academia no tiene en ocio a un miembro que tanto ha trabajado para proporcionarse a complacerla. Ella me coloca en la cátedra de las Instituciones; me destina a la de Vís– peras de Leyes, la justificada providencia de un gobernador (11), ·cuyo nombre si no puede pronunciarse sin ternura, tampoco podrá olvidarse sin ofensa, y la misma escuela en el segundo cuadric– nio en que me hallo, confirma por su libre elección ese nombra– miento. Yo lo desempeño; dicto, enseño, presido, y replico no sólo cuando mi vez me necesita a la actuación, sino siempre que la escuela me emplea, sea por embarazos de otros maestros, sea por hacer esta especie de halago a mi .inclinación, o porque quiso mul– tiplicar mis servicios para que en poco tiempo acumulase un' re– comendable mérito, o porque acaso se agrada, y complace en oir mi raciocinio, y pensamientos. Y ¿no podré decirle a lá academia, como Horacio a Mecenas: magnum hoc duco, quod placui tibi? ¿Presentaré por prueba que atraída de los ecos de mi voz, se sirve de ella para descubir los respetuosos sentimientos que la ocupan en el magnífico recibi– miento, que consagra a uno de sus muy esclarecidos vicepatronos? No: la reflexión modesta desaprueba ese altivo modo ·de pEoducirse; pero ella misma me alienta a no borrar de mi espíritu la memoria del honor , con que me distinguió la academia entre tantos sabios que formaban su cuerpo. El se aumenta por las pruebas que da para todos los entes vivos entrañas de Padre . Desgraciadas las almas in– sensibles se diría, que criándolas la Bondad divinas se cansa de multipli– car su imagen. Ver Carta Oriental de Nargun a Nasim . (10) V. Discurso de Mr. Philipon sob re la necesidad, y los medios de suprimir las penas capitales, leído en la Academia de Besanson en 15 de Diciembre de 1770 . (11) El Excmo. Señor Marqués de Guirior.

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