Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

322 MIGUEL MATICORENA ESTRADA Prima de Leyes, que es perpetua, y que por lo mismo lo obliga a apostatar para siempre de los cánones que profesa, y que debe mirar como la única ciencia propia de su vocación y ministerio. Ya sabemos, que dan por respuesta, que el Papa Honorio sólo prohibe aprender, pero no enseñar; porque usa de la palabra ad audiendum que es relativa a los estudiantes, y que no se debe ex– tender sino restringir a su significación rigurosa, por ser odiosa prohibición, y la pena que la acompaña. Esta solución desde luego, aunque tan débil, no es voluntaria, ni inventada al placer. Ella tiene sus patronos y defensores, entre los cuales como muy principales se numeran el Abad Panormita– no, cap. super specula núm. 16, a Pirhing, Lib. 3, tít. 50, núm. 3. Reinfestuel ib. num. 10. Navarro in Manuali Cap. 27. a Barbosa voto 88. y a Fagnano in Cap. super specula núm. 37 y siguientes. Pero su dictamen es de poco peso, porque si atendemos a la pro– babilidad extrínseca, ¿qué comparación puede haber entre estos canonistas, y los que militan por la opinión contraria, cuando cada uno de ellos equilibra la autoridad de todos los referidos. Al frente tenemos a Henrique de Susa, a quien Francisco Balbo llama monarca de ambos derechos: Iuris utriusque Monarcha, a quien los demás intérpretes lo reconocen, y nombran por fuente y esplen– dor del derecho, y que por sus grandes conocimientos en las ma– terias canónicas fue elevado por Alejandro IV a la primera dig– nidad que hay en la Iglesia después del pontificado, es decir, a cardenal y obispo de Ostia, de donde tomó el apelativo de Ostiense bajo el cual es comunmente citado? Este pues en el comentario de este capítulo sostiene que igualmente es prohibido por Alejandro y Honorio III el aprender, y el enseñar, y su dictamen es de mu– cha autoridad, lo primero porque el Ostiense es más notado de benigno que de rigorista, tanto que su amor a la equidad le obliga a rechazar las opiniones duras de Inocencio IV, como dice Dujat: lo segundo porque de los canonistas que tratan este punto es el más antiguo, pues tocó sus primeros años con los últimos de Ho-. norio, y por lo mismo nadie mejor que él pudo saber la mente de este pontífice. Siguen de cerca Guido de Bayto, conocido por el Arcediano, que es del mismo siglo de Honorio III y Juan Andrés, su discípulo, a quien Baldo, Aretino, y los dos Cursios llaman Trompeta, y Padre del Derecho Canónico Tubam et Patrem Iuris Canonici, y a quien Bonifacio VIII en cierta ocasión saludó lla– mándolo Luz del Mundo Lumen Mundi: títulos que fueron com– prendidos en este verso, que es el cuarto de su epitafio. Rabbi Doctorum, Lux, Censor, Normaque morum.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx