Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo
334 MIGUEL MATICORENA ESTRADA ritos. Todo lo alega, y sin hacer los contrastes odiosos que con– dena la modestia, expone y esfuerza su derecho con decoro. Por estos justos motivos, y porque en nada se violan ni las máximas de la Religión, ni las leyes del Estado, y Regalías del Monarca, así en las dos enunciadas Obras, como en las diferentes Notas que se sobreañaden, me parece que no hay embarazo para que V. E. se digne conceder la Licencia que se solicita para su Impresión. Así lo siento. Lima, y Mayo 30 de 1788. Dr. Don Joseph de Irigoyen. Lima, y junio 2 de 1788. Se concede licencia para que se imprima la PreLección, y Ale– gato dichos por el Dr. Don Joseph Baquíjano en esta Real Univer– sidad, rubricándose antes cada hoja, y debiéndose cotejar con el Original los Ejemplares impresos, antes que se publiquen. Una Rú– brica. Varea. • Apenas, como creo, he determinado alcanzar este estrado; ape– nas me coloco para hablaros en él, cuando ante mis pies se presen– tan vuestros juicios sobre mí sin coherencia. Como la vehemen- .cia de la caridad es impaciente, se precipita del corazón a la men– te, en la que, afectándola, la dota de bondad. y la que, por el con– trario, corroe el pecho, la emulación, pervierte el ingenio. Así la opinión es dividida en contrarios a causa del amor y el odio hu– manos. Por tanto, la única influencia en mí es la de aquellos hombres dispuestos a la cortesía por naturaleza, que gustan de conservar bien los derechos para la amistad o, reflexionando, para la reli– gión. Estos, en efecto, estiman que la interpretación a la que me dirijo de SCEVOLA lib. 20. del Digesto ley. Pamphilo. 39. lib. 32. de las Pandectas tit. único de legados y fideicomisos 3 que puliré con fina agudeza, con la tica doctrina del derecho, con erudición variada y demás ornamentos literarios, será exuberante y aguar– dan con las orejas preparadas. Hay quienes, por cierto mis enemi– gos, procuran con envidia la libertad de acusar, enemigos de la humanidad a la que no temen herir con su insípido diente impío; éstos, con el entrecejo censurador de su envidioso corazón, pre– sagian que será realmente inhábil, insulsa y disfrazada con docu– mentos mal acordados y conseguidos en país extranjero. Hombres dignos de conmiseración que por su imprudente boca muestran con pública ofensa el veneno de su corazón. Dejen de atormen– tar con palabras y enséñennos con ejemplos. Porque ahora ya, llegado el momento, me someto a vuestros
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