Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

370 MIGUEL MATICORENA ESTRADA plimiento la orden de Su Majestad; pues a saber que este acciden– te (que así le llamo en mi caso) de nombrar los testigos con la du– da o sospecha que tuve de sus deposiciones si no se examinaban, atendido su carácter, por el propio juez sin intervención de Es..: cribano me había de salir tan a la cara, yo hubiera traído bien comprobados y auténticamente estos particulares, o de no, hubie– ra omitido tal lista y aun la instrucción con una honesta excusa, dejando perecer como ha perecido en lo más, la verdad en sus bocas; sin embargo de que en lo que no está plenamente proba– do por depender de dicnos de testigos y no de documentos, como lo logran otros puntos, no están tan obscuras sus declaraciones que no manifiesten muchos rastros de la certeza de los hechos, conducta y palabras con que se explicaba el Marqués de Guirior, ofendiendo al buen nombre y respeto que mereció el difunto Se– ñor Marqués de Sonora. En todas partes es reprensible y sacrílego que se censure o hable mal de sujetos tan elevados por su alto Ministerio; pero al doble en la distancia donde no se conoce su índole o sus personas, y mas oyendo la censura de sus primeros jefes, pues allí se cree casi todo, porque hay pocos que duden, en tales circunstancias, de Jo que oyen. Y así conducido de esta máxima no pude llevar en paciencia que se maltratase el nombre de aquel Señor del modo con que se trataba, descendiendo al público unas ideas poco fa– vorables al servicio del rey y cumplimiento de las Reales Ordenes, comunicadas por él; lo cual no podía menos de debilitar la obe– diencia de ellas en un punto tan escrupuloso y delicado por su clase. Tales señores ministros, aunque no sean a gusto de todos, deben ser venerados y respetados aun de ellos: Son de la satis– facción del rey, y esto es bastante para mantenerlos libres de cen– sura hasta en el más pequeño accidente de su cargo. Vuestra Excelencia vuelvo a decir conoce a Lima y sus prin– cipales habitantes, aunque el virrey que servía en su tiempo los tuvo con la boca cerrada. Pero como el de Guirior, por su incauto espíritu popular, y accesible a toda conversación, fue más libre en este punto, hablaban, en el de su gobierno, a desquite de lo que habían callado. Amat fue rígido y serio en sus resoluciones y porte: Guirior por el contrario pensando muchas veces, por mal instruido, con el dictamen de los que no querían la reforma de abusos. Y esta diversidad en el genio de los dos jefes hizo a Lima el Teatro de

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