Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 473 de sus personas los que provisionalmente han manejado los nego– cios del Estado, podré hablar de las providencias sin calificar las intenciones, que las juzgo en todos rectas y honradas. Pero no afian· zándose el acierto en sólo el buen querer, no habrá que extrañar que en lugar del mejor bien se hayan subrogado males de la mayor gravedad y de las más tristes y perjudiciales consecuencias. De la combinación de ello resultó que se recibieran en Amé– rica a un mismo tiempo las acumuladas noticias de la abdicación del rey padre, de la exaltación al trono de su majestad, de las violen– tas renuncias de Bayona, de la constitución firmada en aquella ciu– dad, y de la lugartenencia de Murat; acompañándola cartas de los desgraciados Azanza y O'Farril, y orden del consejo para obede– cerle y sujetarse al plan trazado por la perfidia del execrable Corso. El virrey del Perú pasó esos documentos al acuerdo de oido– res; yo era uno de los magistrados, y leído todo, sin la demora de un solo momento, se resolvió por uniforme aclamación jurar con .la posible presteza, por legítimo verdadero soberano de España e Indias al señor don Fernando VII, conservándose sin la menor al– teración las atribuciones de las autoridades y el régimen estable 4 ciclo de gobierno. Por ser el más moderno de los ministros que concurrieron a ese acuerdo, fue de mi obligación extender lo determinado, esfor– zando las indudables razones en que estribaba lo resuelto; y ejer– ciendo al mismo tiempo las judicaturas de comercio y minería (ramos los más importates y aun puede decirse los exclusivos o únicos del Perú), fui encargado de comunicarlos a esos tribunales, y de hacerlo circular por la impresión a las demás provincias del virreinato; así se ejecutó puntualmente; en todas se juró con la mayor pompa y solemnidad a nuestro deseado monarca, y desde aquel venturoso día no ha variado un punto la constante inaltera– ble lealtad de los peruanos; pues las dos o tres causas que se han formado posteriormente con el título de conspiración, es demos– trado ser figuradas y supuestas, por el mismo hecho de que, apu– radas las más severas indagaciones se han puesto en libertad y sin el menor gravamen los pocos infelices que se decían complica– dos en su organización; consiguiendo la misma soltura los que por exceso de precaución se remitieron a la península. Con la misma presura, aplauso y regocijo reconocieron todos los demás pueblos de ambas Américas a su verdadero soberano; Venezuela, Buenos Aires, Chile, Santa Fe, exaltaron esos sentimien– tos al último grado del entusiasmo; sólo en México hubo una per– judicial demora que es preciso esclarecer, pues ella ha sido sin

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