Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

478 MIGUEL MATICORENA ESTRADA cisco Xaxier Lizana; el justo concepto que se merecía ese prelado por sus luces y probidad, le había conciliado la veneración y amor de todo el reino de Nueva España; así se conservó tranquilo en el tiempo de su gobierno; siendo la época de las alteraciones su se– paración del mando, que fue confiado al general don Francisco Venegas, y con el degradante desaire de prevenirle que sin dilación entregase el gobierno a la Audiencia, a ese tribunal de quien tanto desconfiaba el público por la arbitrariedad de sus anteriores re– soluciones. Repito la protesta que tengo hecha al principio, de no ser mi ánimo anublar la estimación de las personas de quienes me es preciso hablar; pero es inevitable exponer que, antes de presen– tarse en Veracruz el virrey Venegas, los ánimos de los americanos estaban exaltados hasta el extremo por la lista de proscripciones y jubilaciones de los ministros más íntegros y beneméritos, y la de gracias, ascensos, distinciones y premios concedidos a los europeos, sin encontrarse en ésta un solo americano a quien se distinguiese con alguna señal de honor; lista dictada por el consejero don Ci– riaco Carbajal y que adelantó a sus confidentes para captarse el reconocimiento y gratitud de los agraciados y lista de la que se di– jo ser público que aunque extendida en junio se le suplantó la fecha de 28 de mayo porque el respetable obispo de Orense nada quería firmar a que no hubiese concurrido. Contra el mismo general Venegas había individuales circuns– tancias que deslustraban el brillo de su estimación, al mismo tiem– po de desembarcar en Veracruz se extendieron por todas las pro– vincias de aquel reino los manifiestos del duque del Infantado y general Cuesta sobre las batallas de Uclés, Tarancón y Talavera, "habiendo perdido Venegas, decía el último, por su crasa ignoran– cia, impericia, envidia o malicia, y quizás para siempre la única ocasión de salvar a España"; imputaciones que intentó desvanecer el virrey en su respuesta, impresa en Cádiz y circulada por su or– den, diciendo habérsele extraviado los documentos en la pérdida de su bagaje. El respetable Arzobispo enterado muy pormenor del fermento en que se hallaban los ánimos, el día 15 de septiembre en que to– mó el mando, le suplicó por dos veces y con las expresiones más tiernas y sentidas, suspendiese la publicación de mercedes y pros– cripciones; pero como si fuese el importante objeto de su misión exasperar los disgustos, al día siguiente celebra una solemne junta en que manifiesta los honores y distinciones concedidos a los au– tores de la prisión del virrey, y la jubilación del regente Catani,

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