Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 497 sos de pensión con que todos los satisfacían, se veían amenazados con la reconvención de ciento o más pesos de adeudo de derechos; mas los habitantes de la sierra que sólo se ocupan en el ejercicio de pastores, mitayos y jornaleros, como jamás negocian en un solo maravedí, instaban por su plantificación; y de aquí la discordia de opiniones y el alejamiento de las voluntades, que según preve– nía la Gaceta de la Regencia del 11 de septiembre de 810 era el único intento del pérfido Napoleón: "Resulte, encargaba a sus emi– sarios, contradicción de dictámenes entre los americanos, y no hay que detenerse en la causa sea la de su desgraciado Fernando VII o de la oprimida España." Se mandó al mismo tiempo se hiciese a los indios reparti– mientos de tierras, este encargo difícil y laborioso se encomendó en el Perú por aquel virrey a una comisión de que fui nombrado jefe; se extendió después de muchas sesiones con todo el pulso que exigía su importancia, y no llegó a plantificarse por decirse ser operación dilatada y costosa; es muy regular se haya remitido el expediente de la materia; en su falta, y por si quiere examinar– se, yo conservo casualmente los originales. Así que, viendo el indio subrogada a la moderada. pensión del tributo una insopor– table carga, y reservada para en adelante la distribución de tierras que es la propiedad que más ama, se afianzó en el concepto de que la libertad que se les franqueaba era un solapado engaño; que jamás se cumpliría la posesión de terrenos que se les ofrecía; y que sólo se trataba de gravar hasta el extremo su miseria y opre– sión. El indio es tenacísimo en conservar el resentimiento de la in– juria, jamás olvida la falta de palabra y el no cumplimiento de las promesas; no pierden la memoria de las que se han quebran– tado desde los primeros días de su reunión: aún lloran el exter– minio de su último Inca confiado en la garantía del virrey Toledo, como si fuese un hecho reciente y de nuestros días; lamentan el atroz suplicio de Diego Túpac Amaru en 1780, después de ha– ber rendido las armas y concedídosele el perdón, jurándolo dentro de la iglesia por el prelado del Cuzco y demás autoridades al tiem– po de celebrarse el más augusto de los sacrificios. Recuerdan por ejemplar la capitulación formada en 1557 por el tercer virrey del Perú marqués de Cañete con el negro Bayano titulado rey de los cimarrones y violada conduciéndole a la penínsu– la en donde finalizó sus días, hasta la no cumplida a los de la isla de Santo Domingo, que se han visto morir en Cádiz mendigando el sustento o sirviendo en los oficios más bajos y abatidos.

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